Eclesiástico 51, 13-30


En busca de la sabiduría.
Cuando aún era joven, antes de viajar por el mundo,
busqué sinceramente la sabiduría en la oración.
A la puerta del templo la pedí,
y la busqué hasta el último día.
Cuando floreció como racimo maduro,
mi corazón se alegró.
Entonces mi pie avanzó por el camino recto,
desde mi juventud seguí sus huellas.
Incliné un poco mi oído y la recibí,
y me encontré con una gran enseñanza.
Gracias a ella he progresado mucho,
daré gloria a quien me ha dado la sabiduría.
Pues he decidido ponerla en práctica,
me he dedicado al bien y no quedaré defraudado.
He luchado para obtenerla,
he observado la práctica de la ley,
he tendido mis manos hacia el cielo
y he lamentado haberla ignorado.
Hacia ella he orientado mi vida,
y en la pureza la he encontrado.
Desde el principio me dediqué a ella,
por eso no quedaré defraudado.
Mis entrañas se conmovieron al buscarla,
por eso he hecho una buena adquisición.
En recompensa el Señor me dio una lengua,
y con ella le alabaré.
Acercaos a mí, los ignorantes,
e instalaos en mi escuela de sabiduría.
¿Por qué os tenéis que privar por más tiempo,
si estáis tan sedientos de ella?
He abierto la boca para decir:
Adquiridla sin dinero;
someted vuestro cuello a su yugo
y recibid instrucción:
está ahí, a vuestro alcance.
Ved con vuestros ojos lo poco que he trabajado
y qué descanso tan grande he encontrado.
No escatiméis dinero para recibir instrucción,
pues con ella adquiriréis gran cantidad de oro.
Alegraos en la misericordia del Señor,
no os avergoncéis de su alabanza.
Realizad vuestras obras antes del momento final
y él os dará a su tiempo vuestra recompensa.
[ Firma: ] Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá.
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