Santiago 5, 16-18

Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados.
La oración ferviente del justo tiene mucho poder. Elías era un hombre de igual condición que nosotros; oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.
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