Tobías 11, 10-15

Tobit se levantó y salió a trompicones a la puerta del patio. Corrió hacia él Tobías, llevando en la mano la hiel del pez; le sopló en los ojos y abrazándole estrechamente le dijo: «¡Ten confianza, padre!» Le aplicó el remedio y esperó; y luego le quitó con ambas manos las escamas de la comisura de los ojos. Entonces él se arrojó a su cuello, lloró y le dijo: «¡Ahora te veo, hijo, luz de mis ojos!» Y añadió:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito su gran Nombre!
¡Benditos todos sus santos ángeles!
¡Bendito su gran Nombre
por todos los siglos!
Porque me había azotado,
pero se ha compadecido
y ahora veo a mi hijo Tobías.
Tobías entró en casa lleno de gozo y bendiciendo a Dios con toda su voz; luego contó a su padre el éxito de su viaje, cómo traía el dinero y cómo se había casado con Sarra, la hija de Ragüel, que venía con él y estaba ya a las puertas de Nínive.
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