Tobías 13, 9-17

¡Jerusalén, ciudad santa!
Dios te castigó por las obras de tus hijos,
mas tendrá otra vez piedad
de los hijos de los justos.
Confiesa al Señor cumplidamente
y alaba al Rey de los siglos
para que de nuevo levante
en ti, con regocijo, su Tienda,
y llene en ti de gozo a todos los cautivos
y muestre en ti su amor a todo miserable
por todos los siglos de los siglos.
Brillará luz de lámparas
por todos los confines de la tierra.
Vendrán a ti de lejos pueblos numerosos
y los habitantes del confín del mundo,
al Nombre del Señor, tu Dios,
llevando en sus manos los obsequios
para el Rey del Cielo.
Todas las generaciones
darán en ti señales de alegría,
y el Nombre del Elegido
durará por siempre.
¡Malditos cuantos digan palabras crueles!
¡Malditos sean cuantos te destruyan!
¡Cuantos derriben tus muros,
echen tus torres por tierra
y pasen a fuego tus moradas!
¡Mas sean benditos por siempre
los que te construyan!
Entonces exultarás, te alegrarás
por los hijos de los justos,
pues serán reunidos todos
y bendecirán al Señor de los siglos.
¡Dichosos los que te amen!
¡Dichosos los que se alegren en tu paz!
¡Dichosos cuantos hombres
tuvieron tristeza en todos tus castigos,
pues se alegrarán en ti
y verán por siempre toda tu alegría!
Bendice, alma mía, al Señor y gran Rey,
que Jerusalén va a ser reconstruida
y en la ciudad su Casa para siempre.
Seré feliz
si alguno quedare de mi raza
para ver tu Gloria
y confesar al Rey del Cielo.
Las puertas de Jerusalén serán rehechas
con zafiros y esmeraldas,
y de piedras preciosas sus murallas.
Las torres de Jerusalén serán alzadas
con oro, y con oro puro sus defensas.
Las plazas de Jerusalén serán soladas
con rubí y piedra de Ofir;
las puertas de Jerusalén
entonarán cantos de alegría
y todas sus casas cantarán:
¡Aleluya! ¡Bendito sea
el Dios de Israel!
Y los benditos
bendecirán el Santo Nombre
por todos los siglos de los siglos.
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