Zacarías 1, 8-17

He tenido una visión esta noche. Un hombre, a lomos de un caballo alazán, estaba parado entre los mirtos de la hondonada; detrás de él había caballos rojos, alazanes y blancos. Yo pregunté: «¿Quiénes son éstos, señor?» El ángel que hablaba conmigo me contestó: «Yo te enseñaré quiénes son.» Y el hombre que estaba entre los mirtos intervino diciendo: «Éstos son los que ha enviado Yahvé a recorrer la tierra.» Entonces ellos se dirigieron al ángel de Yahvé que estaba entre los mirtos y dijeron: «Hemos recorrido la tierra y hemos visto que toda la tierra vive en paz.» Tomó la palabra el ángel de Yahvé y dijo: «Oh Yahvé Sebaot, ¿hasta cuándo seguirás sin apiadarte de Jerusalén y de las ciudades de Judá, contra las que estás irritado desde hace setenta años?» Yahvé respondió al ángel que hablaba conmigo palabras buenas, palabras de consuelo. Y el ángel que hablaba conmigo me dijo: «Proclama lo siguiente: Así dice Yahvé Sebaot: Siento celos de Jerusalén y de Sión, unos celos terribles, y estoy sobremanera encolerizado contra las naciones que se sienten seguras y que, cuando me vieron poco encolerizado, contribuyeron al mal. Por eso, así dice Yahvé: Me vuelvo con piedad hacia Jerusalén: en ella será reedificado mi templo —oráculo de Yahvé Sebaot— y el cordel de medir será aplicado a Jerusalén. Clama también y di: Así dice Yahvé Sebaot: Aún han de rebosar mis ciudades de bienes; aún consolará Yahvé a Sión y aún elegirá a Jerusalén.»
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