Ezequiel  16, 15-58

«Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él*. Tomaste tus vestidos para hacerte altos de ricos colores* y te prostituiste en ellos*. Tomaste tus joyas de oro y plata que yo te había dado y te hiciste imágenes de hombres para prostituirte ante ellas; tomaste tus vestidos recamados y las recubriste con ellos. Les hiciste dones con mi aceite y mi incienso, y les ofreciste, como calmante aroma, el pan que yo te había dado, la flor de harina, el aceite y la miel con que yo te alimentaba. «Y sucedió incluso —oráculo del Señor Yahvé— que tomaste a tus hijos y a tus hijas que me habías dado a luz y se los sacrificaste como alimento. ¿No era suficiente tu prostitución, que además inmolaste a mis hijos y los entregaste haciéndolos pasar por el fuego en su honor? Así, en medio de todas tus abominaciones y tus prostituciones, no te acordaste de cuando eras joven, cuando estabas completamente desnuda, agitándote en tu sangre. «Y para colmo de maldad —¡ay, ay de ti!, oráculo del Señor Yahvé— te construiste un prostíbulo, te hiciste un altillo en todas las plazas. En la cabecera de todo camino te construiste tu altillo y allí contaminaste tu hermosura; entregaste tu cuerpo a todo transeúnte y multiplicaste tus prostituciones. Te prostituiste a los egipcios, tus vecinos, de enormes miembros, y multiplicaste tus prostituciones para irritarme. Entonces levanté mi mano contra ti: disminuí tu ración y te entregué a la animosidad de tus enemigas, las hijas de los filisteos*, que se avergonzaban de la infamia de tu conducta. Y no harta todavía, te prostituiste a los asirios; te prostituiste sin hartarte tampoco*. Luego, multiplicaste tus prostituciones en el país de los mercaderes, en Caldea; y tampoco esta vez quedaste harta. «¡Oh, qué débil era tu corazón* —oráculo del Señor Yahvé— para cometer todas estas acciones, dignas de una prostituta descarada! Cuando te construías* un prostíbulo a la cabecera de todo camino, cuando te hacías un altillo en todas las plazas, despreciando el salario, no eras como la prostituta. La mujer adúltera, en lugar de su marido, toma ajenos. A toda prostituta se le da un regalo. Tú, en cambio, dabas regalos a todos tus amantes, y los atraías con mercedes para que vinieran a ti de los alrededores y se prestasen a tus prostituciones. Con tus prostituciones ha pasado al revés que con otras mujeres, pues nadie andaba detrás de ti solicitándote. No te pagaban, pues eras tú la que pagabas. ¡Justamente al revés! «Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahvé. Esto dice el Señor Yahvé: Por haber prodigado tu bronce* y descubierto tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes y con todas tus abominables basuras, por la sangre* de tus hijos que les has ofrecido, por todo esto he decidido reunir a todos los amantes a quienes complaciste, a todos los que amaste y también a los que aborreciste. Los voy a congregar de todas partes contra ti, y descubriré tu desnudez delante de ellos, para que te vean completamente desnuda. Voy a aplicarte el castigo de las mujeres adúlteras y criminales: te entregaré al furor* y a los celos, te entregaré en sus manos. Ellos arrasarán tu prostíbulo y demolerán tus alturas, te despojarán de tus vestidos, te arrancarán tus joyas y te dejarán completamente desnuda. Luego incitarán a la multitud contra ti: te lapidarán, te acribillarán con sus espadas, prenderán fuego a tus casas y harán justicia de ti, a la vista de una multitud de mujeres. Yo pondré fin a tus prostituciones, y no volverás a dar salario de prostituta. Desahogaré mi furor en ti, pero luego dejaré de tenerte celos; me apaciguaré y no volveré a encolerizarme. Por no haberte acordado de cuando eras joven, y por haberme provocado con todas estas cosas, he decidido, por mi parte, hacer recaer tu conducta sobre tu* cabeza —oráculo del Señor Yahvé—. ¡Bien sabes las infamias que has cometido con todas tus abominaciones! «Mira, todos los autores de proverbios harán uno a propósito de ti; dirán: «De tal madre, tal hija.» Hija eres, sí, de tu madre, que dejó de amar a sus maridos y a sus hijos, y hermana de tus hermanas*, que dejaron de amar a sus maridos y a sus hijos. Vuestra madre era una hitita y vuestro padre un amorreo. «Tu hermana mayor es Samaría, que habita a tu izquierda con sus hijas; tu hermana menor es Sodoma, que habita a tu derecha* con sus hijas. No has sido parca en imitar su conducta y en cometer sus abominaciones*; te has mostrado más corrompida que ellas en toda tu conducta. Por mi vida —oráculo del Señor Yahvé—, que tu hermana Sodoma y sus hijas no obraron como habéis obrado tú y tus hijas. El crimen de tu hermana Sodoma y sus hijas fue: orgullo, voracidad e indolencia nacida de una vida placentera; no socorrieron al pobre y al indigente, se enorgullecieron y cometieron abominaciones ante mí. Por eso las hice desaparecer, como tú has visto*. En cuanto a Samaría, ni la mitad de tus pecados ha cometido. «Tú has cometido muchas más abominaciones que ellas, tantas que has hecho que tus hermanas parezcan honradas. Así, pues, carga con tu ignominia, pues tú misma has decidido el fallo en favor de tus hermanas. Ellas resultan ser más honradas que tú, pues los pecados que has cometido son mucho más abominables que los suyos. Avergüénzate, pues, y carga con tu ignominia, por hacer parecer honradas a tus hermanas*. «Yo las restableceré. Restableceré a Sodoma y a sus hijas; restableceré a Samaría y a sus hijas. Y después te restableceré a ti en medio de ellas, a fin de que soportes tu ignominia y te avergüences de todo lo que has hecho, para consuelo de ellas. Tu hermana Sodoma y sus hijas serán restablecidas en su antiguo estado; Samaría y sus hijas serán restablecidas en su antiguo estado. Tú y tus hijas seréis restablecidas también en vuestro antiguo estado. ¿No hiciste burla de tu hermana Sodoma, en un arrebato de orgullo, antes que fuese puesta al descubierto tu desnudez? Como ella, ahora te has convertido en blanco de las burlas de las hijas de Edom* y de todas las de los alrededores, así como de las hijas de los filisteos, que por todas partes te agobian a desprecios. Tú misma soportas las consecuencias de tu infamia y tus abominaciones —oráculo de Yahvé—.
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