Ezequiel  7, 5-26

«Esto dice el Señor Yahvé: ¡Desgracia única! ¡Ya viene la desgracia! Se acerca el fin, el fin se acerca sobre ti; es ya inminente. Te llega el turno*, habitante del país; llega el tiempo, está cercano el día*. En los montes habrá consternación, y no saltos de alegría. Ahora voy a derramar sin tregua mi furor sobre ti y a desahogar mi cólera en ti; voy a juzgarte según tu conducta y a pedirte cuentas de todas tus abominaciones. No me apiadaré de ti, ni te perdonaré; te pagaré según tu conducta, cuando tus abominaciones aparezcan en medio de ti. Y sabréis que yo soy Yahvé, el que hiere. «¡Está llegando el día! ¡Te ha tocado el turno! Florece la injusticia*, despunta la arrogancia, se alza la violencia para hacerse vara de maldad...* Llega el tiempo, se acerca el día. Que el comprador no se alegre, ni se entristezca el vendedor, porque la ira va dirigida contra toda su multitud*. El vendedor no recobrará lo vendido, y eso si se encuentra entre los vivos, pues la ira* contra toda su multitud no será revocada; nadie tendrá segura la vida a causa de su iniquidad. Tocad la trompeta, tened todo dispuesto, pero que nadie entre en combate, porque mi ira va contra toda su multitud. «Fuera está la espada; en casa, la peste y el hambre. El que se encuentre en el campo morirá a espada, y al que esté en la ciudad lo devorarán el hambre y la peste. Escaparán sus supervivientes y andarán por los montes como las palomas de los valles*; todos irán gimiendo, cada uno por sus culpas. Todas las manos desfallecerán, las rodillas se irán en agua; se ceñirán de sayal, un escalofrío los invadirá; todos los rostros sonrojados, las cabezas rapadas*. Arrojarán su plata por las calles y su oro se convertirá en inmundicia; ni su plata ni su oro podrán salvarlos el día de la ira de Yahvé; no se saciarán, ni llenarán su vientre, porque ello constituía la ocasión de su pecado. Se enorgullecían de la hermosura de sus joyas: con ellas fabricaron las imágenes de sus ídolos abominables; por eso yo las convertiré en basura. Las entregaré como botín a los extranjeros, como presa a los malvados de la tierra, para que las profanen. Apartaré de ellos mi vista, y mi tesoro* será profanado: los invasores penetrarán en él y lo profanarán. «Haz unas cadenas*, porque el país está lleno de sangre, la ciudad repleta de violencia. Yo haré venir las maldades de los pueblos, que se apoderarán de sus casas. Pondré fin al orgullo de los poderosos, y sus santuarios serán profanados. Llegará el terror y ellos buscarán la paz, pero no la habrá; vendrá un desastre tras otro, una mala noticia tras otra. En vano pedirán una visión al profeta; al sacerdote le faltará la ley, y el consejo a los ancianos.
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