Gálatas 3, 16-18

Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. La Escritura no dice ‘y a los descendientes’, como si fueran muchos*, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. Y yo pienso que un testamento hecho por Dios en toda regla no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde. En ese caso la promesa* quedaría anulada. Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa; y, sin embargo, Dios otorgó a Abrahán su favor en forma de promesa.
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