Juan  11, 46-54

Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y se preguntaban: «¿Qué hacemos? Es cierto que este hombre realiza muchos signos. Si le dejamos que siga así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo* y nuestra nación.» Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta de que conviene que muera uno solo por el pueblo, y así no perezca toda la nación.» Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación — y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos*—. Desde ese día, se pusieron de acuerdo para matarlo. Por eso, Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró a la región cercana a la estepa, a un pueblo llamado Efraín*, donde se estableció con sus discípulos.
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