Lucas 9, 37-42

Al día siguiente, cuando bajaron del monte, le salió al encuentro mucha gente. En esto, uno de los presentes empezó a gritar: «Maestro, te suplico que atiendas a mi hijo, porque es el único que tengo. Mira, un espíritu se apodera de él y de pronto empieza a dar gritos; le hace retorcerse echando espuma y a duras penas se aparta de él. Lo deja todo magullado. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.» Jesús exclamó: «¡Ay, generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y habré de soportaros? ¡Trae acá a tu hijo!» Cuando se acercaba, el demonio lo arrojó por tierra y lo agitó violentamente. Pero Jesús increpó al espíritu inmundo, curó al niño y lo devolvió a su padre.
Ver contexto