Mateo 21, 33-44

«Escuchad otra parábola. Había un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió sus siervos a los labradores para percibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon. Envió después otros siervos, en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán.’ Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.’ Y, agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Le respondieron: «Dará una muerte miserable a esos miserables y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a su tiempo.» Jesús les dijo: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo que se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos*. Y el que cayere sobre esta piedra se destrozará, y aquel sobre quien cayere quedará aplastado*
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