Genesis 20, 1-17


Abrahán en Guerar
12,10-20; 26,1-11

Abrahán levantó el campamento y se dirigió al Negueb, estableciéndose entre Cades y Sur. Mientras residía en Guerar, decía que Sara era hermana suya. Abimelec, rey de Guerar, mandó que le trajeran a Sara. Dios se apareció de noche, en sueños, a Abimelec y le dijo:
– Vas a morir por haber tomado esa mujer que es casada. Abimelec, que no se había acercado a ella, respondió:
– Pero, Señor, ¿vas a matar a un inocente? Si él me dijo que era su hermana, y ella que era su hermano. Lo he hecho de buena fe y con las manos limpias. Dios le replicó en sueños:
– Ya sé yo que lo has hecho de buena fe; por eso no te dejé pecar contra mí ni te dejé tocarla. Pero ahora devuelve esa mujer casada a su marido; él es profeta y rezará por ti para que conserves la vida; pero si no se la devuelves, debes saber que morirás tú con todos los tuyos. Abimelec madrugó, llamó a sus ministros y les contó todo el asunto. Los hombres se asustaron mucho. Después Abimelec llamó a Abrahán y le dijo:
–¿Qué has hecho con nosotros? ¿Qué mal te he hecho para que nos expusieras a mí y a mi reino a cometer un pecado tan grave? Te has portado conmigo como no se debe. Y añadió:
–¿Temías algo para obrar de este modo? Abrahán le contestó:
– Pensé que en este país no respetan a Dios y que me matarían por causa de mi mujer. Además, es realmente hermana mía; de padre, aunque no de madre, y la tomé por mujer. Cuando Dios me hizo vagar lejos de mi casa paterna, le dije: Hazme este favor: en todos los sitios a donde lleguemos, di que soy tu hermano. Entonces Abimelec tomó ovejas, vacas, siervos y siervas y se los dio a Abrahán, devolviéndole además a Sara, su mujer. Y le dijo:
– Ahí tienes mi tierra, vive donde te parezca. Y a Sara le dijo:
– He dado a tu hermano mil pesos de plata; así podrás mirar a la cara a todos los tuyos. Abrahán rezó a Dios y Dios sanó a Abimelec, a su mujer y a sus concubinas, y dieron a luz.
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