II Crónicas  1, 1-13


2 crÓnicas
EL REINADO DE SALOMÓN
Visión de Salomón
1 Re 3,4-15

Salomón, hijo de David, se afianzó en el trono, y el Señor, su Dios, estaba con él y lo engrandeció. Después de hablar con los israelitas, con los jefes y oficiales, los jueces, los príncipes y todos los jefes de familia, Salomón y toda la comunidad con él se dirigieron al santuario de Guibeón, donde estaba la tienda del encuentro con Dios, la que había hecho en el desierto Moisés, siervo de Dios. El arca de Dios, en cambio, había sido llevada por David desde Quiriat Yearim al lugar que él mismo le había preparado en Jerusalén, levantando allí una tienda de campaña para ella. El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, también se encontraba allí, delante del santuario del Señor. Salomón y la comunidad lo consultaban. Subió Salomón al lugar donde se hallaba el altar de bronce – el que está en presencia del Señor, delante de la tienda del encuentro– y ofreció sobre él mil holocaustos. Aquella noche, Dios se apareció a Salomón y le dijo:
– Pídeme lo que quieras. Salomón respondió a Dios:
– Tú trataste con gran misericordia a mi padre, David, y me has nombrado sucesor suyo. Ahora, Señor Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a mi padre, David, porque tú has sido quien me ha hecho reinar sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. Dame ciencia y sabiduría para dirigir a este pueblo. De lo contrario, ¿quién podría gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso? Contestó Dios a Salomón:
– Por haber sido ése tu deseo, en vez de pedirme riquezas, bienes, gloria, la muerte de tus enemigos o una larga vida; por haber pedido ciencia y sabiduría para gobernar a mi pueblo, del que te he constituido rey, se te concede la sabiduría y la ciencia, y también riquezas, bienes y gloria como no la han tenido los reyes que te precedieron ni la tendrán tus sucesores. Salomón salió de la tienda del encuentro y volvió desde el santuario de Guibeón a Jerusalén, donde reinó en Israel.
Ver contexto