Eclesiástico 35, 14-26


Los gritos del pobre

No pretendas sobornarlo, porque no lo aceptará,
no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo
y trata a todos por igual; no favorece a nadie contra el pobre,
escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano
o de la viuda cuando repite su queja; mientras le corren las lágrimas por las mejillas y el gemido se añade a las lágrimas, sus penas consiguen su favor
y su grito alcanza las nubes; el reclamo del pobre atraviesa las nubes
y hasta alcanzar a Dios no descansa;
no se detiene hasta que Dios lo atiende,
y el juez justo le hace justicia. Dios tampoco se hará esperar;
como guerrero, no reposará, hasta quebrar la fuerza del tirano
y tomar venganza de los soberbios,
hasta arrancar el poder de los arrogantes
y romper la fuerza de los malvados, hasta pagar al hombre sus acciones
y retribuir al mortal sus pensamientos, hasta defender la causa de su pueblo
y darles la alegría de la salvación. Bienvenida su misericordia en el momento del sufrimiento,
como lluvia durante la sequía.
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