Eclesiástico 51, 14-30

la he buscado desde mi juventud
y hasta la muerte la perseguiré. Crecía como un racimo que madura,
y mi corazón gozaba con ella.
Yo seguí fielmente su camino,
porque desde joven la había aprendido; en el poco tiempo que estuve escuchándola
adquirí mucho saber. Someterme a ella fue un honor,
daré gracias al que me la enseñó. Decidí hacer un buen negocio,
cuando lo alcance no me avergonzaré; la deseé ardientemente
y no apartaré de ella mi rostro;
mi alma saboreó sus frutos,
y jamás me apartaré de ella;
mi mano abrió sus puertas:
contemplaré sus secretos. Mi alma la siguió desde el principio,
y la encontré en toda su pureza.
Con sus consejos adquirí prudencia
y no la abandonaré; mis entrañas se conmovían al mirarla,
por eso la adquirí como posesión preciosa; el Señor me concedió lo que pedían mis labios,
con mi lengua le daré gracias. Ustedes, ignorantes, vengan a mí,
y habiten en mi escuela. ¿Hasta cuándo quieren privarse de todo esto
y seguir sufriendo esa terrible sed? Abrí la boca para hablar de ella:
adquiéranla gratuitamente. Pongan el cuello bajo su yugo
y acepten de buena gana su carga;
porque ella se acerca al que la busca
y el que se entrega, la encuentra. Vean con sus propios ojos qué poco trabajé,
y qué gran descanso conseguí. Escuchen todos lo que aprendí en mi juventud,
y así obtendrán plata y oro. ¡Alégrense en mi escuela!
¡No se avergüencen de mis enseñanzas! Hagan sus obras con justicia
y el Señor los recompensará a su tiempo.
Bendito sea el Señor por siempre,
alabado sea su Nombre de edad en edad.
Hasta aquí las palabras de Simón, hijo de Jesús, apellidado hijo de Sirá.
Sabiduría de Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá.
Sea bendito el Nombre del Señor ahora y siempre.
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