Hechos 13, 13-52


En Antioquía de Pisidia

Navegando desde Pafos, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén. Ellos continuaron desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y entrando un sábado en la sinagoga, tomaron asiento. Terminada la lectura de la ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir:
– Hermanos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, pueden decirla. Pablo se levantó y, pidiendo silencio con la mano, dijo:
– Israelitas y todos los que temen a Dios, escúchenme: El Dios de este pueblo, el Dios de Israel eligió a nuestros padres y engrandeció al pueblo mientras residía en Egipto. Más tarde, con brazo poderoso los sacó de allí y durante cuarenta años los condujo por el desierto. Aniquiló a siete pueblos paganos de Canaán y entregó su territorio en heredad a Israel, por cuatrocientos cincuenta años; les dio jueces hasta el profeta Samuel. Entonces pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años. Lo depuso y nombró rey a David, de quien dio testimonio: Encontré a David, el de Jesé, un hombre a mi gusto, que cumplirá todos mis deseos. De la descendencia de David, según la promesa, sacó Dios a Jesús como salvador de Israel. Antes de su llegada Juan predicó un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. Hacia el fin de su carrera mortal Juan dijo: Yo no soy el que ustedes creen; detrás de mí viene uno al que no tengo derecho a quitarle las sandalias de los pies. Hermanos, descendientes de Abrahán, y todos los que temen a Dios: A ustedes se les envía este mensaje de salvación. Los vecinos de Jerusalén y sus jefes no acogieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado. Pero, al juzgarlo, las cumplieron. Pidieron a Pilato que lo condenara, aunque no encontraron causa para una sentencia de muerte. Cuando se cumplió todo lo escrito de él lo descolgaron del madero y le dieron sepultura. Pero Dios lo resucitó de la muerte y se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén. Ellos son hoy sus testigos ante el pueblo. Y nosotros, les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres fue cumplida por él a sus descendientes, que somos nosotros, resucitando a Jesús, como está escrito en el salmo segundo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Y que lo ha resucitado para que nunca se someta a la corrupción está anunciado así: Cumpliré las santas promesas hechas a David, aquellas que no pueden fallar. Y en otro lugar dice: No permitirás que tu fiel sufra la corrupción. Ahora bien, David, después de haber cumplido la voluntad de Dios durante su propia generación, murió, fue sepultado y sufrió la corrupción. En cambio, el que Dios resucitó no sufrió la corrupción. Sépanlo, hermanos, se les anuncia el perdón de los pecados por medio de él, y todo el que crea será perdonado de todo lo que no pudo perdonar la ley de Moisés. ¡Tengan cuidado! Que no les suceda lo anunciado por los profetas: Ustedes, los que desprecian,
llénense de estupor y ocúltense:
Porque en estos días
voy a realizar algo
que si alguien lo contara
no lo podrían creer. Cuando salieron, les rogaban que siguieran exponiendo el tema el sábado siguiente. Al disolverse la asamblea, muchos judíos y prosélitos devotos acompañaron a Pablo y Bernabé, quienes les hablaban e invitaban a mantenerse en el favor de Dios. El sábado siguiente casi toda la población se congregó para escuchar la Palabra de Dios. Pero los judíos, al ver la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con insultos las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé hablaron con toda franqueza:
– A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios. Pero, ya que la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. Así nos lo ha ordenado el Señor:
Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra. Los paganos al oírlo se alegraron, glorificaron la Palabra de Dios y los que estaban destinados a la vida eterna, abrazaron la fe. Y así la Palabra de Dios se difundió por toda la región. Pero los judíos incitaron a mujeres piadosas de clase alta y a los notables de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de sus fronteras. Ellos, sacudieron el polvo de sus pies en señal de protesta contra aquella gente y se marcharon a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.
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