I Reyes 22, 1-40


El profeta Miqueas
2 Cr 18

Pasaron tres años sin que hubiera guerra entre Siria e Israel. Pero al tercer año, Josafat, rey de Judá, fue a visitar al rey de Israel, y éste dijo a sus ministros:
– Ya saben que Ramot de Galaad nos pertenece; pero nosotros no hacemos nada para quitársela al rey sirio. Y preguntó a Josafat:
–¿Quieres venir conmigo a la guerra contra Ramot de Galaad?
Josafat le contestó:
– Tú y yo, tu ejército y el mío, tu caballería y la mía, somos uno. Luego añadió:
– Consulta antes la Palabra del Señor. El rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les preguntó:
–¿Puedo atacar a Ramot de Galaad o lo dejo?
Respondieron:
– Vete. El Señor se la entrega al rey. Entonces Josafat preguntó:
–¿No queda por ahí algún profeta del Señor para consultarle? El rey de Israel le respondió:
– Queda todavía uno: Miqueas, hijo de Yimlá, por cuyo medio podemos consultar al Señor; pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza cosas buenas, sino desgracias.
Josafat dijo:
–¡No hable así el rey! El rey de Israel llamó a un funcionario, y le ordenó:
– Que venga en seguida Miqueas, hijo de Yimlá. El rey de Israel y Josafat de Judá estaban sentados en sus tronos, con sus vestiduras reales, en la plaza, junto a la puerta de Samaría, mientras todos los profetas gesticulaban ante ellos. Sedecías, hijo de Canaaná, se hizo unos cuernos de hierro y decía:
– Así dice el Señor: Con éstos embestirás a los sirios hasta acabar con ellos. Y todos los profetas coreaban:
–¡Ataca a Ramot de Galaad! Triunfarás, el Señor te la entrega. Mientras tanto, el mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo:
– Ten en cuenta que todos los profetas a una le están profetizando buena fortuna al rey. A ver si tu oráculo es como el de cualquiera de ellos y anuncia la victoria. Miqueas replicó:
–¡Por la vida de Dios, diré lo que el Señor me manda! Cuando Miqueas se presentó al rey, éste le preguntó:
– Miqueas, ¿podemos atacar a Ramot de Galaad o lo dejamos?
Miqueas le respondió:
– Vete, triunfarás. El Señor se la entrega al rey. El rey le dijo:
– Pero, ¿cuántas veces tendré que tomarte juramento de que me dices únicamente la verdad en nombre del Señor? Entonces Miqueas dijo:
– Estoy viendo a Israel desparramado por los montes, como ovejas sin pastor. Y el Señor dice: No tienen amo. Vuelva cada cual a su casa, y en paz. El rey de Israel comentó con Josafat:
–¿No te lo dije? No me profetiza cosas buenas, sino desgracias. Miqueas continuó:
– Por eso escucha la Palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono. Todo el ejército celeste estaba de pie junto a él, a derecha e izquierda, y el Señor preguntó: ¿Quién podrá engañar a Ajab para que vaya y muera en Ramot de Galaad? Unos proponían una cosa y otros otra. Hasta que se adelantó un espíritu y, puesto de pie ante el Señor, dijo: Yo lo engañaré. El Señor le preguntó: ¿Cómo? Respondió: Iré y me transformaré en oráculo falso en la boca de todos los profetas. El Señor le dijo: Conseguirás engañarlo. ¡Vete y hazlo! Como ves, el Señor ha puesto oráculos falsos en la boca de todos esos profetas tuyos, porque el Señor ha decretado tu ruina. Entonces Sedecías, hijo de Canaaná, se acercó a Miqueas y le dio una bofetada diciéndole:
–¿Por dónde se me ha escapado el Espíritu del Señor para hablarte a ti? Miqueas respondió:
– Lo verás tú mismo el día en que vayas escondiéndote de habitación en habitación. Entonces el rey de Israel ordenó:
– Apresa a Miqueas y llévalo al gobernador Amón y al príncipe Joás. Y les dirás: Por orden del rey, metan a éste en la cárcel y ténganlo a pan y agua hasta que yo vuelva victorioso. Miqueas dijo:
– Si tú vuelves victorioso, el Señor no ha hablado por mi boca. El rey de Israel y Josafat de Judá fueron contra Ramot de Galaad. El rey de Israel dijo a Josafat:
– Voy a disfrazarme antes de entrar en combate. Tú vete con tu ropa.
Se disfrazó y marchó al combate. El rey sirio había ordenado a los comandantes de los carros que no atacasen a chico ni grande, sino sólo al rey de Israel. Y cuando los comandantes de los carros vieron a Josafat, comentaron:
–¡Aquél es el rey de Israel!
Y se lanzaron contra él. Pero Josafat gritó una orden, y entonces los comandantes vieron que aquél no era el rey de Israel, y lo dejaron. Un soldado disparó el arco al azar e hirió al rey de Israel, atravesándole la coraza. El rey dijo al conductor de su carro:
– Da la vuelta y sácame del campo de batalla, porque estoy herido. Pero aquel día arreció el combate, de manera que sostuvieron al rey en pie en su carro frente a los sirios, y murió al atardecer; la sangre goteaba en el interior del carro. A la puesta del sol corrió un grito por el campamento:
–¡Cada uno a su pueblo! ¡Cada uno a su tierra! ¡Ha muerto el rey!
Llevaron al rey a Samaría, y allí lo enterraron. En el estanque de Samaría lavaron el carro; los perros lamieron su sangre, y las prostitutas se lavaron en ella, como había dicho el Señor. Para más datos sobre Ajab y sus empresas, el palacio de marfil y las ciudades que construyó, véanse los Anales del Reino de Israel. Ajab murió, y su hijo Ocozías le sucedió en el trono.
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