II Crónicas  24, 1-27


Joás de Judá (835-796)
2 Re 12,1-22

Joás tenía siete años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre se llamaba Sibyá y era natural de Berseba. Mientras vivió el sacerdote Yehoyadá hizo lo que el Señor aprueba. Yehoyadá le procuró dos mujeres y engendró hijos e hijas. Más tarde, Joás sintió deseos de restaurar el templo. Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo:
– Vayan por las ciudades de Judá recogiendo dinero de todo Israel para reparar todos los años el templo de su Dios. Háganlo lo antes posible.
Pero los levitas se lo tomaron con calma. Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Yehoyadá y le dijo:
–¿Por qué no te has preocupado de que los levitas cobren en Judá y Jerusalén el tributo impuesto por Moisés, siervo del Señor, y por la comunidad de Israel para la tienda de la alianza? ¿No te das cuenta de que la malvada Atalía y sus secuaces destrozaron el templo y dedicaron a los baales todos los objetos sagrados del mismo? Entonces, por orden del rey, hicieron un cofre y lo colocaron en la puerta del templo, por fuera. Luego anunciaron por Judá y Jerusalén que había que ofrecer al Señor el tributo que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto. Las autoridades y la población lo hicieron de buena gana y depositaron dinero hasta que el cofre se llenó. Cada vez que los levitas llevaban el cofre a la inspección real y veían que había mucho dinero, se hacían presentes un secretario del rey y un inspector del sumo sacerdote, vaciaban el cofre y volvían a colocarlo en su sitio. Así hicieron periódicamente, y reunieron una gran suma de dinero. El rey y Yehoyadá lo entregaban a los capataces de la obra del templo, y éstos pagaban a los albañiles y carpinteros que restauraban el templo y a los herreros y broncistas que lo reparaban. Los obreros hicieron su tarea; bajo sus manos fue resurgiendo la estructura, hasta que levantaron sólidamente el templo según los planos. Al terminar, devolvieron al rey y a Yehoyadá el dinero sobrante, con el que hicieron objetos para el templo, utensilios para el culto y para los holocaustos, copas y objetos de oro y plata. Mientras vivió Yehoyadá ofrecieron los holocaustos regulares en el templo. Éste llegó a viejo y murió en edad avanzada, a los ciento treinta años. Lo enterraron con los reyes en la Ciudad de David, porque fue bueno con Israel, con Dios y con su templo. Cuando murió Yehoyadá, las autoridades de Judá fueron a rendir homenaje al rey, y éste siguió sus consejos; olvidando el templo del Señor, Dios de sus padres, dieron culto a los postes sagrados y a los ídolos. Este pecado desencadenó la cólera de Dios contra Judá y Jerusalén. Les envió profetas para convertirlos, pero no hicieron caso de sus amonestaciones. Entonces el Espíritu de Dios se apoderó de Azarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, que se presentó ante el pueblo, y le dijo:
– Así dice Dios: ¿Por qué quebrantan los preceptos del Señor? Van a la ruina. Han abandonado al Señor y él los abandonará a ustedes. Pero conspiraron contra él y lo apedrearon en el atrio del templo por orden del rey. El rey Joás, sin tener en cuenta los beneficios recibidos de Yehoyadá, mató a su hijo, que murió diciendo:
–¡Que el Señor juzgue y les pida cuentas! Al cabo de un año, un ejército de Siria se dirigió contra Joás, penetró en Judá hasta Jerusalén, mató a todos los jefes del pueblo y envió todo el botín al rey de Damasco. El ejército de Siria era reducido, pero el Señor le entregó un ejército enorme porque el pueblo había abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así se vengaron de Joás. Al retirarse los sirios, dejándolo gravemente herido, sus cortesanos conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Yehoyadá. Lo asesinaron en la cama y murió. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no le dieron sepultura en el panteón real. Los conspiradores fueron Zabad, hijo de Simat, la amonita, y Yehozabad, hijo de Simrit, la moabita. Para lo referente a sus hijos, a las numerosas profecías contra él y a la restauración del templo, véase el Comentario a los Anales de los reyes. Su hijo Amasías le sucedió en el trono.
Ver contexto