II Pedro  1, 3-15


Vocación cristiana

El poder divino nos ha otorgado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad, haciéndonos conocer a aquel que nos llamó con su propia gloria y mérito. Con ellas nos ha otorgado las promesas más grandes y valiosas, para que por ellas participen de la naturaleza divina y escapen de la corrupción que habita en el mundo a causa de los malos deseos. Así, no ahorren esfuerzos por añadir a su fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento el dominio propio, al dominio propio la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el afecto fraterno, al afecto fraterno el amor. Si ustedes poseen esos dones en abundancia no permanecerán inactivos ni estériles para conocer a nuestro Señor Jesucristo. Y quien no los posee está ciego y va a tientas, olvidando de que lo han purificado de sus viejos pecados. Por tanto, hermanos, esfuércense por asegurar su vocación y elección. Si obran así, no tropezarán nunca; y además se les abrirá generosamente la entrada en el reino perpetuo del Señor nuestro y Salvador Jesucristo. Por tanto, siempre trataré de recordarles estas cosas aunque las saben y están firmes en la verdad poseída; y mientras vivo en esta morada, juzgo oportuno mantenerlos despiertos con mis llamados. Porque sé que pronto dejaré esta morada, como me ha informado el Señor nuestro Jesucristo. Y me esforzaré para que, después de mi partida, ustedes se acuerden siempre de estas cosas.
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