Job  36, 1-33


Cuarto discurso de Elihú

Elihú siguió hablando: Espera un poco y te enseñaré,
que aún queda algo por decir en defensa de Dios. Iré lejos a buscar mi saber
para darle la razón a mi Creador; cierto, mis argumentos no son falsos,
habla contigo un sabio consumado. Mira, Dios es poderoso
y no desprecia el corazón sincero, no deja con vida al malvado,
hace justicia al pobre, no aparta sus ojos del justo,
lo sienta en tronos reales
y lo colma de honores para siempre. Y cuando los ata con cadenas
o los sujeta con cuerdas de aflicción, es para denunciarles sus acciones
y los pecados de su soberbia; les abre el oído para que aprendan
y los mueve a convertirse de la maldad. Si hacen caso y se someten,
acabarán sus días en la prosperidad
y sus años en el bienestar. Si no escuchan, pasarán la frontera de la Muerte,
expirarán sin darse cuenta. Pero los malvados, cuando los encadena,
en vez de pedir auxilio, acumulan rencor; pierden la vida en plena juventud,
y mueren en la adolescencia. Con el sufrimiento él salva al que sufre,
abriéndole el oído con el dolor. También a ti te impulsa a salir de las garras de la angustia
a un lugar espacioso y abierto
para servirte una mesa sustanciosa, pero tú no haces justicia contra el malvado,
ni defiendes el derecho del huérfano; no te dejes seducir por el regalo
ni torcer por un rico soborno. ¿Acaso en el peligro valdrán ante él
tus riquezas y todas tus posesiones? De noche no estés anhelando
echar a la gente de su sitio; no te vuelvas a la maldad,
pues por ella te probaron con el sufrimiento. Mira, Dios es sublime en poder,
¿qué maestro se le puede comparar? ¿Quién le señala el camino,
quién puede acusarlo de injusticia? Acuérdate de celebrar sus obras,
que han cantado los hombres; todos las contemplan,
los humanos las miran desde lejos. Mira, Dios es sublime, no lo entendemos
y no podemos contar sus años. Va apartando gotas de agua
y las filtra de su fuente como lluvia; las nubes las destilan
y caen a chaparrones sobre el suelo. Con ellas alimentan a los pueblos
dándoles comida abundante. ¿Quién calcula la extensión de las nubes
o la altura de su pabellón? En torno a sí despliega la luz
y asienta su trono en las raíces del mar. Esconde el rayo en sus palmas
y lo lanza derecho a su blanco. El Altísimo hace oír su trueno
y su ira provoca la tormenta.
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