Judith 11, 1-23


Informe de Judit

Holofernes le dijo:
– Ten confianza, mujer, no tengas miedo; yo jamás he hecho daño a nadie que quiera servir a Nabucodonosor, rey del mundo entero. Incluso si tu gente de la sierra no me hubiese despreciado, yo no habría levantado mi lanza contra ellos. Pero ellos se lo han buscado. Bien, dime por qué te has escapado y te pasas a nosotros. Viniendo has salvado tu vida. Ten confianza, no correrás peligro ni esta noche ni después. Nadie te tratará mal. Nos portaremos bien contigo, como lo hacemos con los servidores de mi señor, el rey Nabucodonosor. Entonces Judit le dijo:
– Permíteme hablarte, y acoge las palabras de tu esclava. No mentiré esta noche a mi señor. Si haces caso a las palabras de tu esclava, Dios llevará a buen término tu campaña, no fallarás en tus planes. ¡Por vida de Nabucodonosor, rey del mundo entero, que te ha enviado para poner en orden a todos, y por su imperio! Gracias a ti no sólo le servirán los hombres, sino que por tu poder hasta las fieras, y los rebaños, y las aves del cielo vivirán a disposición de Nabucodonosor y de su casa. Porque hemos oído hablar de tu sabiduría y tu astucia, y todo el mundo comenta que tú eres el mejor en todo el imperio, el consejero más hábil y el estratega más admirado. Ahora bien, nos enteramos del discurso que pronunció Ajior en tu consejo, porque los de Betulia le perdonaron la vida y él les contó todo lo que dijo aquí. Alteza, no deseches su opinión, tenla presente, porque es exacta: nuestra raza no sufrirá daño ni las armas podrán someterlos si no pecan contra su Dios. Pero ahora, que mi señor no se sienta rechazado y fracasado, la muerte se abate sobre ellos: son reos de un pecado con el que irritan a su Dios cuando lo cometen. Como han empezado a faltarles los víveres y a agotárseles el agua, han acordado lanzarse sobre sus rebaños, han decidido consumir cuanto el Señor en sus leyes les prohibió comer y han resuelto acabar con las primicias del trigo y los diezmos del vino y del aceite, porción sagrada de los sacerdotes que ofician ante nuestro Dios en Jerusalén que ninguno del pueblo puede ni tocar. Y como los de Jerusalén ya lo están haciendo, han mandado allá una comisión para conseguir de los ancianos el mismo permiso; y lo que va a pasar es que, en cuanto les llegue el permiso, lo usarán, y ese mismo día caerán en tu poder para que los aniquiles. Por eso, en cuanto lo supe, me escapé. Dios me envía para hacer contigo una hazaña que asombrará a cuantos la oigan. Yo soy una mujer piadosa; día y noche doy culto al Dios del cielo. Ahora, señor, me gustaría quedarme con ustedes; saldré por las noches hacia el barranco, para pedirle a Dios que me avise cuando cometan ese pecado. Y entonces vendré a decírtelo; tú saldrás con todo tu ejército y ninguno de ellos te opondrá resistencia. Yo te guiaré a través de Judea, hasta llegar frente a Jerusalén, y pondré tu trono en medio de la ciudad. Tú los manejarás como a ovejas sin pastor y ni siquiera un perro gruñirá contra ti. Todo esto lo preveo, me ha sido anunciado y he sido enviada para comunicártelo. Las palabras de Judit agradaron a Holofernes, y sus oficiales, admirados de la prudencia de Judit, comentaron: – En toda la tierra, de un extremo al otro, no hay una mujer tan bella y que hable tan bien. Y Holofernes le dijo:
– Dios ha hecho bien enviándote por delante de los tuyos para darnos a nosotros la victoria, y la muerte a los que despreciaron a mi señor. Eres tan hermosa como elocuente. Si haces lo que has dicho, tu Dios será mi Dios, vivirás en el palacio del rey Nabucodonosor y serás célebre en todo el mundo.
Ver contexto