Salmos 64, 1-10

Escucha, oh Dios, la voz de mi gemido,
protege mi vida de la banda hostil; escóndeme del tropel de los malvados,
de la camarilla de los malhechores. Afilan la lengua como un puñal
y asestan como flechas, palabras envenenadas, para disparar a escondidas contra el inocente:
le disparan de improviso y sin temor. Se obstinan en su palabra delictiva,
calculan cómo esconder trampas,
y se dicen: ¿Quién nos descubrirá, y escrutará nuestro crimen perfecto?
Los escruta el mismo que escruta
hasta lo íntimo del hombre
y la profundidad del corazón. Dios les disparará una flecha:
y súbitamente será heridos; los doblegará a causa de su lengua,
quienes los ven menearán la cabeza. Todos los humanos temerán,
anunciarán la obra de Dios
y entenderán su actuación. Que el honrado festeje al Señor,
que se refugie en él
y los corazones sinceros se feliciten.
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