Tobías 5, 1-22


El guía desconocido

Tobías respondió a su padre, Tobit:
– Padre, haré lo que me has dicho. Pero, ¿cómo podré recuperar ese dinero de Gabael, si ni él me conoce ni yo a él? ¿Qué contraseña puedo darle para que me reconozca y se fíe de mí y me dé el dinero? Además, no conozco el camino de Media. Tobit le dijo:
– Gabael me dio un recibo, y yo le di el mío; firmamos los dos el contrato, después lo rompí por la mitad y tomamos cada uno una parte, de modo que una quedó con el dinero. ¡Ya hace veinte años que dejé en depósito ese dinero! Bien, hijo, búscate un hombre de confianza que pueda acompañarte, y le pagaremos por todo lo que dure el viaje. Vete a recuperar ese dinero. Tobías salió a buscar un guía experto que lo acompañase a Media. Cuando salió se encontró con el ángel Rafael, parado; pero no sabía que era un ángel de Dios. Le preguntó:
–¿De dónde eres, buen hombre?
Respondió:
– Soy un israelita compatriota tuyo y he venido aquí buscando trabajo.
Tobías le preguntó:
–¿Sabes por dónde se va a Media? Rafael le dijo:
– Sí. He estado allí muchas veces y conozco muy bien todos los caminos. He ido a Media con frecuencia, parando en casa de Gabael, uno de nuestros hermanos que vive en Ragués de Media. Ragués está a dos días enteros de camino desde Ecbatana, porque queda en la montaña. Entonces Tobías le dijo:
– Espérame aquí, buen hombre, mientras voy a decírselo a mi padre. Porque necesito que me acompañes; ya te lo pagaré. El otro respondió:
– Bueno, espero aquí, pero no te entretengas. Tobías fue a informar a su padre, Tobit:
– Mira, he encontrado a un israelita compatriota nuestro.
Tobit le dijo:
– Llámamelo, que yo me entere de qué familia y de qué tribu es, y a ver si es de confianza para acompañarte, hijo. Tobías salió a llamarlo:
– Buen hombre, mi padre te llama.
Cuando entró, Tobit se adelantó a saludarlo. El ángel le respondió:
–¡Que tengas salud!
Pero Tobit comentó:
–¿Qué salud puedo tener? Soy un ciego que no ve la luz del día. Vivo en la oscuridad, como los muertos, que ya no ven la luz. Estoy muerto en vida: oigo hablar a la gente, pero no la veo.
El ángel le dijo:
–Ánimo, Dios te sanará pronto; ánimo.
Entonces Tobit le preguntó:
– Mi hijo Tobías quiere ir a Media. ¿Podrías acompañarlo como guía? Yo te lo pagaré, amigo.
Él respondió:
– Sí. Conozco todos los caminos. He ido a Media muchas veces, he atravesado sus llanuras y sus montañas; sé todos los caminos. Tobit le preguntó:
– Amigo, ¿de qué familia y de qué tribu eres? Dímelo. Rafael respondió:
–¿Qué falta te hace saber mi tribu?
Tobit dijo:
– Amigo, quiero saber exactamente tu nombre y apellido. Rafael respondió:
– Soy Azarías, hijo del ilustre Ananías, compatriota tuyo. Entonces Tobit le dijo:
–¡Seas bienvenido, amigo! No te me enfades si he querido saber exactamente de qué familia eres. Ahora resulta que tú eres pariente nuestro, y de muy buena familia. Yo conozco a Ananías y a Natán, los dos hijos del ilustre Semeyas. Iban conmigo a adorar a Dios en Jerusalén, y no se han apartado del buen camino. Los tuyos son buena gente. Bienvenido, hombre; eres de una familia excelente. Y añadió:
– Te daré como paga una dracma diaria y tendrás todo lo que necesites, lo mismo que mi hijo. Acompáñale, y ya añadiré algo a la paga. Rafael respondió:
– Lo acompañaré. No tengas miedo: sanos marchamos y sanos volveremos; el camino es seguro.
Tobit le dijo:
– Amigo, Dios te lo pague.
Luego llamó a Tobías y le habló así:
– Hijo, prepara el viaje y vete con tu pariente. Que el Dios del cielo los proteja allá y los traiga de nuevo sanos y salvos. Que su ángel los acompañe con su protección, hijo.
Tobías besó a su padre y a su madre y emprendió la marcha, mientras Tobit le decía:
–¡Buen viaje! Pero la madre se echó a llorar, y dijo a Tobit:
–¿Por qué has mandado a mi hijo? ¡Él, que era nuestro apoyo, que lo teníamos siempre cerca! El dinero no es más que dinero, es basura en comparación con nuestro hijo. ¡Nos bastaba vivir con lo que Dios nos daba! Tobit le dijo:
– No te preocupes. Nuestro hijo ha marchado sano y salvo, y sano y salvo volverá. Lo verás con tus ojos el día que regrese sano y salvo. No te preocupes ni temas por ellos, mujer, que un ángel bueno lo acompañará, le dará un viaje feliz y lo traerá sano y salvo. Y ella dejó de llorar.
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