Tobías 8, 1-21

Al terminar la cena, decidieron irse a dormir, y acompañaron al muchacho hasta la habitación. Tobías recordó los consejos de Rafael; sacó de la alforja el hígado y el corazón del pez y los echó en el brasero del incienso. El olor del pez alejó al demonio, que escapó hasta el confín de Egipto. Rafael lo persiguió al instante y lo sujetó allí, atándolo de pies y manos. Cuando Ragüel y Edna salieron, cerraron la puerta de la habitación. Tobías se levantó de la cama y dijo a Sara:
– Mujer, levántate, vamos a rezar pidiendo a nuestro Señor que tenga misericordia de nosotros y nos proteja. Se levantó, y empezaron a rezar pidiendo a Dios que los protegiera. Rezó así:
Bendito eres,
Dios de nuestros padres,
y bendito tu Nombre
por los siglos de los siglos.
Que te bendigan el cielo
y todas tus creaturas por siempre. Tú creaste a Adán,
y como ayuda y apoyo
creaste a su mujer, Eva:
de los dos nació la raza humana.
Tú dijiste: No está bien
que el hombre esté solo,
voy a hacerle alguien
como él para que le ayude. Si yo me caso con esta prima mía
no busco satisfacer mi pasión,
sino que procedo lealmente.
Dígnate apiadarte de ella y de mí,
y haznos llegar juntos a la vejez. Los dos dijeron:
– Amén, amén. Y durmieron aquella noche. Ragüel se levantó, llamó a los criados y fueron a cavar una fosa; porque se dijo:
– No sea que haya muerto, y luego se rían y se burlen de nosotros. Cuando terminaron la fosa, Ragüel marchó a casa, llamó a su mujer y le dijo:
– Manda una criada que entre a ver si está vivo; porque si está muerto, lo enterramos, y así nadie se entera. Encendieron el candil, abrieron la puerta y mandaron dentro a la criada. Ella entró y los encontró a los dos juntos, profundamente dormidos, y salió a decir:
– Está vivo, no ha ocurrido nada. Entonces Ragüel alabó al Dios del cielo:
Bendito eres, Dios,
digno de toda bendición sincera.
Seas bendito por siempre. Bendito eres por el gozo
que me has dado:
no pasó lo que me temía,
sino que nos has tratado
según tu gran misericordia. Bendito eres
por haberte compadecido
de dos hijos únicos.
Sé misericordioso con ellos, Señor,
y protégelos;
haz que vivan hasta el fin
disfrutando de tu misericordia. Ragüel mandó luego a sus criados que taparan la fosa antes del amanecer y a su mujer que hiciera una gran hornada de pan. Él se fue al establo, trajo dos bueyes y cuatro carneros, mandó guisarlos y empezaron los preparativos. Después llamó a Tobías, y le dijo:
– Tú no te moverás de aquí durante catorce días. Te quedarás aquí comiendo y bebiendo en mi casa y haciendo feliz a mi hija, que bastante ha sufrido. Luego llévate la mitad de mis bienes, y vete sano y salvo a casa de tu padre. La otra mitad será de ustedes cuando mi mujer y yo hayamos muerto. Ánimo, hijo, yo soy tu padre y Edna tu madre; somos tuyos y de tu mujer, desde ahora para siempre. Ánimo, hijo.
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