Genesis 2, 1-15

Así fueron acabados los cielos y la tierra y todos sus moradores. Y dejó Dios terminada en el día séptimo la obra que había hecho, y en el día séptimo descansó de toda la obra que hiciera. Bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque en él descansó de toda su obra de creación. Éstos fueron los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados. Cuando Yahvéh -Dios hizo la tierra y los cielos, no había aún sobre la tierra ningún arbusto campestre, ni había brotado ninguna hierba del campo, porque Yahvéh -Dios no había hecho llover todavía sobre la tierra, y no existía hombre que cultivara el suelo; pero brotaba de la tierra un venero que regaba toda la superficie de la tierra. Entonces Yahvéh -Dios formó al hombre del polvo de la tierra, insufló en sus narices aliento de vida y fue el hombre ser viviente. Plantó Yahvéh -Dios un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre a quien había formado. Y Yahvéh -Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles gratos a la vista y de frutos sabrosos; y también el árbol de vida en medio del jardín, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía de Edén un río para regar el jardín, y de allí se dividía en cuatro brazos. El nombre del primero es Pisón; es el que rodea toda la tierra de Javilá, donde hay oro. El oro de aquella tierra es fino. Allí se encuentran bedelio y ónice. El segundo río se llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra de Kus. El nombre del tercer río es Tigris, que corre al oriente de Assur. El cuarto río es el Eufrates. Tomó, pues, Yahvéh -Dios al hombre, y lo instaló en el jardín de Edén para que lo cultivara y guardara.
Ver contexto