I Timoteo 5, 3-8

Honra a las viudas, si son viudas de verdad. Pero si una viuda tiene hijos o nietos, que aprendan primero éstos a cumplir sus deberes filiales en la propia familia y a corresponder por lo que deben a sus progenitores, pues esto es agradable a Dios. Pero la viuda de verdad y que ha quedado sola tiene su esperanza puesta en Dios y persevera día y noche en súplicas y oraciones. Por el contrario, la que vive entregada a los placeres está ya muerta, aunque viva todavía. Insiste en esto: que sean irreprochables. El que no mira por los suyos y en particular por los de su familia ha renunciado a la fe y es peor que un no creyente.
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