Hechos 3, 1-7

En cierta ocasión, Pedro y Juan subían al templo a la oración de la hora nona, en el momento en que era transportado un hombre, cojo desde el seno de su madre, al cual situaban cada día ante la puerta del templo llamada Preciosa, para pedir limosna a los que entraban en el templo. Este, pues, viendo a Pedro y a Juan a punto de entrar en el templo, les pedía limosna. Pedro fijó en él la vista, juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.» Él los miraba atentamente, esperando recibir algo. Pedro le dijo: «Ni plata ni oro tengo; pero lo que tengo, eso te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret anda.» Y tomándolo por la mano derecha, lo levantó. Al instante se fortalecieron sus pies y sus tobillos.
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