Hechos 8, 4-9

Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando el Evangelio. Así Felipe, bajando a la ciudad de Samaría, les predicaba a Cristo. Y las gentes a una prestaban atención a la predicación de Felipe, al oír y ver las señales que hacía; porque de muchos posesos salían los espíritus impuros clamando a grandes voces. Y muchos paralíticos y cojos eran curados. Con esto hubo una gran alegría en aquella ciudad. Pero había, ya de antes, en la ciudad un hombre llamado Simón, que ejercía la magia y tenía fuera de sí a la gente de Samaría, diciéndoles que él era un gran personaje.
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