Mateo 15, 1-20

Entonces se acercan a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén para preguntarle: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los antepasados? Porque no se lavan las manos cuando van a comer. Pero él les replicó: ¿Y por qué vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por esa tradición vuestra? Porque Dios mandó: Honra al padre y a la madre, y también: El que maldiga al padre o a la madre, que muera sin remisión. Pero vosotros afirmáis: Si uno dice al padre o a la madre: Aquello con que yo pudiera ayudarte lo declaro ofrenda sagrada, ya no tiene que honrar a su padre o a su madre. Y así habéis anulado la palabra de Dios por esa tradición vuestra. ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros lsaías cuando dijo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí; vano es, pues, el culto que me rinden, cuando enseñan doctrinas que sólo son preceptos humanos (Is 29,13). Y llamando junto a sí al pueblo, les dijo: Oíd y entended: No lo que entra por la boca contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso contamina al hombre. Entonces se le acercan sus discípulos y le dicen: ¿Sabes que los fariseos, al oír tus palabras, se han escandalizado? Pero él les replicó: Toda planta que mi Padre celestial no plantó, será arrancada de raíz. Dejadlos. Son ciegos que guían a otros ciegos; pero si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo. Pedro tomó la palabra y le dijo: Explícanos esta parábola. Él le contestó: ¿Pero también vosotros estáis todavía sin entender? ¿No comprendéis que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se arroja en la cloaca? Pero lo que sale de la boca, del corazón procede: y esto sí que contamina al hombre. Porque del corazón salen las malas intenciones, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Estas son las cosas que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.
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