Genesis 30, 1-38

Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo celos de su hermana y dijo a Jacob: «Dame hijos o me muero». Jacob se enfadó con Raquel y dijo: «¿Estoy yo en el lugar de Dios, que te ha negado el fruto del vientre?». Ella dijo: «Ahí tienes a mi criada Bilá. Cohabita con ella, para que dé a luz en mis rodillas; así también tendré yo hijos por medio de ella». Entonces le dio a su criada Bilá por mujer y Jacob cohabitó con ella. Bilá concibió y dio a luz un hijo. Raquel dijo: «Dios me ha hecho justicia y ha escuchado mi súplica, dándome un hijo». Por eso lo llamó Dan. Concibió de nuevo Bilá, la criada de Raquel, y dio otro hijo a Jacob. Raquel dijo: «Dios me ha hecho competir con mi hermana y la he vencido». Y lo llamó Neftalí. Cuando vio Lía que había dejado de tener hijos, tomó a su criada Zilpa y se la dio a Jacob por mujer. Zilpa, la esclava de Lía, dio un hijo a Jacob. Lía exclamó: «¡Qué suerte!». Y lo llamó Gad. Zilpa, la criada de Lía, dio un segundo hijo a Jacob. Y Lía dijo: «¡Qué felicidad! Seguro que las mujeres me felicitarán». Y lo llamó Aser. Un día, durante la siega del trigo, Rubén salió al campo y encontró unas mandrágoras, que llevó a su madre Lía. Raquel dijo a Lía: «Dame algunas mandrágoras de tu hijo». Lía contestó: «¿Te parece poco haberme quitado a mi marido, que vas a quitarme también las mandrágoras de mi hijo?». Raquel replicó: «Que se acueste contigo esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo». Cuando Jacob volvía del campo, por la tarde, le salió Lía al encuentro, y le dijo: «Tienes que venir conmigo, pues he pagado por ti con unas mandrágoras de mi hijo». Y él se acostó con ella aquella noche. Dios escuchó a Lía, que concibió y dio a Jacob el quinto hijo. Ella dijo: «Dios me ha pagado por haber dado mi criada a mi marido». Y lo llamó Isacar. Concibió de nuevo Lía y dio a Jacob el sexto hijo. Lía dijo: «Dios me ha dado una buena dádiva: esta vez mi marido me tratará como una princesa, pues le he dado seis hijos». Y lo llamó Zabulón. Después dio a luz una hija y la llamó Dina. Entonces se acordó Dios de Raquel. Dios la escuchó e hizo fecundo su seno. Ella concibió, dio a luz un hijo y dijo: «Dios ha quitado mi afrenta». Y lo llamó José, pues dijo: «¡Que el Señor me añada otro hijo!». Después que Raquel dio a luz a José, dijo Jacob a Labán: «Déjame marchar a mi lugar y mi país. Dame mis mujeres, por las que te he servido, y mis hijos, y me marcharé; pues tú sabes el servicio que te he hecho». Labán le respondió: «Si he alcanzado tu favor, escúchame: he adivinado que el Señor me ha bendecido por tu causa». Y añadió: «Dime qué paga quieres, y te la daré». Le respondió: «Tú sabes lo que te he servido y cómo le ha ido a tu ganado conmigo. Lo poco que poseías antes que yo llegara ha crecido muchísimo, porque el Señor te ha bendecido por mi causa. Ahora bien, ¿cuándo voy a hacer yo también algo por mi propia casa?». Labán preguntó: «¿Qué te he de dar?». Jacob respondió: «No me des nada. Si estás de acuerdo con mi propuesta, yo volveré a pastorear y guardar tu rebaño. Pasaré hoy entre todo tu rebaño, apartando de él toda oveja oscura y toda cabra manchada o moteada; ese será mi salario. Y así el día de mañana, cuando vengas a comprobar mi salario, mi honradez quedará en claro: cualquier cabra no manchada o moteada y cualquier oveja no oscura, que estén en mi poder, es que las he robado». Dijo Labán: «Está bien, sea como tú dices». Aquel mismo día apartó Jacob los machos cabríos rayados o manchados y todas las cabras moteadas y manchadas, todo lo que tenía algo de blanco y todo lo negro entre las ovejas, y lo confió a sus hijos. Después Labán se alejó de Jacob a una distancia de tres jornadas, mientras Jacob pastoreaba el resto del rebaño de Labán. Jacob tomó varas verdes de chopo, almendro y plátano, y peló en ellas unas tiras blancas, dejando al descubierto lo blanco de las varas. Luego colocó las varas peladas frente al ganado en los pilones de los abrevaderos, donde el ganado venía a beber. El ganado se apareaba cuando venía a beber.
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