I Macabeos 9, 23-73

° Con la muerte de Judas, volvieron a surgir apóstatas por todo el territorio de Israel y levantaron cabeza todos los malhechores. Hubo entonces un hambre terrible y el pueblo de la tierra se pasó a su bando. Báquides escogió a unos hombres impíos y los puso al frente del gobierno del país. Daban batidas siguiendo el rastro de los amigos de Judas y se los llevaban a Báquides, que los castigaba y escarnecía. Israel cayó en una tribulación tan grande como no la había sufrido desde los tiempos en que cesaron los profetas. Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán: «Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre semejante a él que guíe la lucha contra los enemigos, contra Báquides y contra los que odian a nuestra nación. Por eso, te elegimos hoy a ti para que, ocupando el lugar de tu hermano, seas nuestro jefe y caudillo en la lucha que sostenemos». En aquel momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas. Al enterarse Báquides, trató de matarlo. Pero cuando lo supieron Jonatán, su hermano Simón y todos sus partidarios, huyeron al desierto de Técoa, donde establecieron su campamento junto a las aguas de la cisterna de Asfar. Báquides se enteró un día de sábado y pasó con todas las tropas a la otra orilla del Jordán. Jonatán envió a su hermano Juan como jefe de la comitiva, a pedir a sus amigos, los nabateos, autorización para dejar con ellos sus pertrechos, que eran muchos. Pero los hijos de Jambrí, los de Mádaba, hicieron una salida, se apoderaron de Juan y de cuanto llevaba, y se alejaron con su botín. Después de esto, Jonatán y su hermano Simón recibieron esta noticia: «Los hijos de Jambrí celebran una espléndida boda; a la novia, hija de uno de los principales de Canaán, la llevan desde Nabatá, en medio de gran pompa». Recordaron entonces el sangriento fin de su hermano Juan y subieron a ocultarse al abrigo del monte. Al alzar los ojos, vieron que una numerosa caravana, en medio de tumultuosa algazara, avanzaba al encuentro del novio, acompañado de sus amigos y de su hermano, con tambores, música y otros instrumentos. Los de Jonatán entonces salieron de su escondite a su encuentro para matarlos. Hirieron de muerte a muchos y los demás huyeron a los montes. Se hicieron con todos sus despojos. «La boda acabó en duelo y el canto de los músicos en lamentación». Una vez vengada la sangre de su hermano, se volvieron a las marismas del Jordán. Al enterarse Báquides, vino en sábado con numerosa tropa a las riberas del Jordán. Jonatán dijo a su gente: «Levantémonos y luchemos por nuestras vidas, que hoy no es como ayer y anteayer. Estamos entre dos frentes; a un lado y a otro tenemos las aguas del Jordán, las marismas y las malezas: no es posible batirse en retirada. Gritad, pues, ahora al Cielo para que nos salve de nuestros enemigos». Entablado el combate, Jonatán alargó su mano para herir a Báquides, pero este esquivó el golpe retrocediendo, con lo que Jonatán y los suyos pudieron lanzarse al Jordán y ganar a nado la orilla opuesta. Sus enemigos no atravesaron el río en su persecución. Unos mil hombres del ejército de Báquides cayeron aquel día. Vuelto a Jerusalén, Báquides hizo levantar plazas fuertes en Judea: la fortaleza de Jericó, Emaús, Bet Jorón, Betel, Timná, Piratón y Tefón, con altas murallas, puertas y cerrojos, y puso en ellas guarniciones para que hostigaran a Israel. Fortificó también las ciudades de Bet Sur y Guézer, y la acrópolis; y dejó en ellas tropas y depósitos de víveres. Tomó como rehenes a los hijos de los principales de la región y los encarceló en la acrópolis de Jerusalén. El segundo mes del año ciento cincuenta y tres, Alcimo ordenó demoler el muro del atrio interior del Lugar Santo. Destruía con ello la obra de los profetas. Había comenzado la demolición, cuando precisamente entonces Alcimo sufrió un ataque y su obra quedó parada. La boca se le quedó cerrada y paralizada, de suerte que ya no le fue posible pronunciar ni una palabra ni hacer testamento. Alcimo murió entonces en medio de grandes dolores. Cuando Báquides vio que Alcimo había muerto, se volvió adonde estaba el rey. Hubo tranquilidad en la tierra de Judá por espacio de dos años. Los apóstatas deliberaron diciendo: «Ya veis a Jonatán y los suyos viviendo tranquilos y confiados. Hagamos venir ahora a Báquides y los prenderá a todos ellos en una sola noche». Fueron y parlamentaron con él. Báquides se puso en marcha con un gran ejército. Envió cartas secretas a todos sus aliados de Judea ordenándoles prender a Jonatán y a los suyos. Pero no lo consiguieron, porque se descubrió su plan; Jonatán y los suyos, por su parte, prendieron a unos cincuenta hombres de la región como principales conspiradores y les dieron muerte. A continuación, Jonatán, Simón y los suyos se retiraron a Betbasí, en el desierto, repararon lo que estaba derruido en aquella plaza y la fortificaron. En cuanto se enteró Báquides, juntó a toda su gente y convocó a sus partidarios de Judea. Llegó y puso cerco a Betbasí, la atacó durante muchos días, emplazando máquinas de asalto. Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, hizo una salida por la región con una pequeña tropa, con la que derrotó en su campamento a Odomerá y a sus hermanos, así como a los hijos de Fasirón. Empezaron a atacarlos avanzando entre las tropas. Simón y sus hombres, por su parte, salieron de la ciudad y dieron fuego a las máquinas de asalto. Trabaron combate con Báquides, lo derrotaron y lo dejaron sumido en profunda amargura porque había fracasado su plan de ataque. Montó en cólera contra los apóstatas que le habían aconsejado venir a la región, mató a muchos de ellos y decidió volverse a su tierra. Al saberlo Jonatán, le envió legados para concertar con él la paz y conseguir que les devolviera los prisioneros. Báquides aceptó y accedió a las peticiones de Jonatán. Juró no hacerle daño en toda su vida y le devolvió los prisioneros que anteriormente había capturado en la tierra de Judea. Partió luego para su tierra y no volvió más a territorio judío. Así descansó la espada de Israel. Jonatán se estableció en Micmás, comenzó a gobernar al pueblo e hizo desaparecer de Israel a los impíos.
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