II Corintios 7, 1-4

Teniendo, pues, estas promesas, queridos, purifiquémonos de toda impureza de la carne o del espíritu, para ir completando nuestra santificación en el temor de Dios Dadnos cabida en vuestros corazones. A nadie ofendimos, a nadie arruinamos, a nadie explotamos. No os digo esto para condenaros, pues ya os he dicho que os tengo en el corazón hasta el punto de que compartimos muerte y vida. Puedo hablaros con toda franqueza, estoy orgulloso de vosotros, estoy lleno de consuelo, desbordo de gozo en todas nuestras tribulaciones.
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