Daniel  14, 1-42

° El rey Astiages fue sepultado junto a sus padres, y le sucedió en el trono Ciro el persa. daniel vivía en casa del rey, y era más estimado que todos sus compañeros. Los babilonios tenían un ídolo llamado Bel, y cada día gastaban en su honor doce arrobas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis barriles de vino. El rey lo veneraba e iba cada día a adorarlo. daniel, en cambio, adoraba a su Dios. Le preguntó el rey: —¿Por qué no adoras a Bel? Él respondió: —Porque no venero ídolos hechos con las manos, sino al Dios vivo que ha creado el cielo y la tierra, y tiene dominio sobre todo ser vivo. Le preguntó el rey: —¿No te parece que Bel es un dios vivo? ¿O no ves cuánto come y bebe cada día? Contestó daniel riendo: —No te engañes, majestad, pues este es de barro por dentro y de bronce por fuera, y nunca ha comido ni bebido. El rey, enfadado, llamó a sus sacerdotes y les dijo: —Si no me decís quién es el que come este dispendio, moriréis. En cambio, si me mostráis que se lo come Bel, morirá daniel por haber blasfemado contra Bel. Contestó daniel al rey: —Que se haga según tu propuesta. Los sacerdotes de Bel eran setenta, sin contar mujeres y niños. El rey fue con daniel al templo de Bel. Dijeron los sacerdotes de Bel: —Mira, nosotros saldremos fuera. Tú, majestad, coloca los alimentos, mezcla el vino y ponlo; después cierra la puerta y séllala con tu anillo. Cuando vengas por la mañana, si no compruebas que Bel se lo ha comido todo, o moriremos nosotros o morirá daniel, que miente contra nosotros. Ellos se sentían felices porque habían hecho una entrada secreta debajo de la mesa, y por ella entraban siempre y consumían las cosas. Cuando aquellos salieron y el rey hubo colocado los alimentos para Bel, daniel dio órdenes a sus criados. Estos trajeron ceniza, y la esparcieron por todo el templo estando presente solo el rey. Después salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo del rey y se marcharon. Los sacerdotes vinieron por la noche según su costumbre, en compañía de sus mujeres y niños, se comieron todo y agotaron la bebida. El rey madrugó a la mañana y con él daniel. El rey preguntó: —¿Están intactos los sellos, daniel? Él respondió: —Intactos, majestad. Nada más abrirse las puertas, el rey miró a la mesa y gritó con voz fuerte: —Eres grande, oh Bel, y no hay en ti engaño alguno. daniel se echó a reír, sujetó al rey para que no entrase dentro y dijo: —Mira el suelo y reconoce de quién son esas huellas. Respondió el rey: —Veo las huellas de hombres, mujeres y niños. Y montando en cólera, el rey hizo apresar a los sacerdotes, las mujeres y sus niños, que le enseñaron las puertas secretas por las que entraban y consumían lo que había en la mesa. Entonces el rey los mandó matar y entregó a Bel en poder de daniel, que destruyó el ídolo junto con su templo. Había también un dragón enorme al que veneraban los babilonios. El rey dijo a daniel: —No podrás decir que este no es un dios vivo; adóralo. Respondió daniel: —Adoraré al Señor mi Dios, porque él es el Dios vivo. Tú, majestad, dame permiso y yo mataré al dragón sin espada ni palo. Contestó el rey: —Te lo doy. daniel tomó pez, grasa y pelos. Coció todo junto, hizo unas tortas y las echó a la boca del dragón. Tras comérselas el dragón reventó. daniel dijo: —Mirad lo que venerabais. Cuando se enteraron los babilonios se irritaron mucho, se volvieron contra el rey y decían: «El rey se ha hecho judío; ha derribado a Bel, ha dado muerte al dragón y ha degollado a los sacerdotes». Y yendo hasta el rey dijeron: —Entréganos a daniel; si no, te mataremos a ti y a tu familia. Al ver el rey que le presionaban con tanta fuerza, obligado, les entregó a daniel. Ellos lo arrojaron al foso de los leones y estuvo allí seis días. En el foso había siete leones a los que echaban diariamente dos cuerpos humanos y dos ovejas. Pero entonces no les echaron nada, para que devoraran a daniel. ° Entretanto, estaba en Judea el profeta Habacuc, que había preparado un cocido y cortado panes en una cazuela, y salía al campo a llevarlo a los segadores. Entonces el ángel del Señor dijo a Habacuc: —Anda con la comida que llevas a Babilonia, a daniel, en el foso de los leones. Replicó Habacuc: —Señor, nunca he visto Babilonia ni conozco el foso. El ángel del Señor lo cogió por la cabeza y, sujetándolo del cabello, con el zumbido de su espíritu lo dejó en Babilonia, encima del foso. Habacuc gritó diciendo: —daniel, daniel, toma la comida que te ha enviado Dios. Contestó daniel: —Verdaderamente te has acordado de mí, oh Dios, y no has abandonado a los que te aman. daniel se puso en pie y comió, y el ángel del Señor volvió a llevar inmediatamente a Habacuc a su sitio. El día séptimo el rey fue a llorar a daniel; llegó al foso, miró dentro y daniel estaba sentado. A voz en grito dijo: —Grande eres Señor, Dios de daniel, y no hay otro sino tú. Después lo hizo sacar, y a los causantes de su condena los arrojó al foso. E inmediatamente fueron devorados ante él.
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