Job  29, 1-25

° job continuó así su discurso: «¡Si pudiera revivir el pasado, | cuando Dios velaba sobre mí, cuando su lámpara brillaba | por encima de mi cabeza, | y a su luz cruzaba las tinieblas! ¡Aquellos días de mi otoño, | cuando Dios era un íntimo en mi tienda, cuando el Todopoderoso estaba conmigo | y me veía rodeado de mis hijos! Cuando lavaba mis pies en leche, | y la roca me daba ríos de aceite. Cuando salía a la puerta de la ciudad | y tomaba asiento en la plaza, los jóvenes, al verme, se escondían, | los ancianos se ponían de pie; los jefes dejaban de hablar, | tapándose la boca con la mano; enmudecía la voz de los notables, | se les pegaba la lengua al paladar. La gente que me oía me felicitaba, | quien lo veía luego lo confirmaba: pues yo libraba al pobre suplicante, | al huérfano carente de defensor; recibía la bendición del moribundo, | aliviaba el corazón de la viuda. La justicia era mi vestido, | me arropaba lo mismo que un manto, | y el derecho me servía de turbante. Yo era ojos para el ciego, | yo fui pies para los cojos; yo era padre de los pobres, | abogado de extranjeros. Rompía los colmillos del malvado | y arrancaba la pieza de sus dientes. Pensaba: “Moriré en mi nido, | prolongaré mis días como el Fénix, con mis raíces a la vera del agua | y el rocío nocturno en mi ramaje; mi prestigio irá progresando | y mi arco afianzado en mi mano”. La gente me escuchaba expectante, | callada, esperando mi consejo; nada añadían a mi intervención, | tenían mis palabras por rocío; me esperaban como a lluvia temprana, | boquiabiertos al agua de primavera. Les sonreía y apenas lo creían, | los animaba la luz de mi rostro. Les mostraba el camino y me ponía al frente; | lo mismo que un rey al mando de sus tropas, | yo los guiaba y se dejaban conducir.
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