Jueces 2, 1-23

El ángel del Señor subió desde Guilgal a Boquín y dijo: «Yo os hice subir de Egipto y os introduje en la tierra que juré a vuestros padres. Yo había declarado: “Nunca jamás romperé mi alianza con vosotros, y vosotros no habréis de pactar alianza con los habitantes de este país, sino que demoleréis sus altares”. Pero no escuchasteis mi voz. ¿Qué habéis hecho aquí? Por consiguiente, también declaro: “No los expulsaré delante de vosotros. Ellos serán vuestros lazos y sus dioses una trampa”». Cuando el ángel del Señor terminó de hablar a los hijos de Israel, el pueblo alzó la voz y se puso a llorar. Llamaron a aquel lugar con el nombre de Boquín y allí ofrecieron sacrificios al Señor. Josué despidió al pueblo, y los hijos de Israel se fueron cada cual a su heredad, para tomar posesión del país. El pueblo sirvió al Señor en vida de Josué y de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que habían visto todas las grandes obras que el Señor había realizado en favor de Israel. Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. Y lo enterraron en el término de su heredad, en Timnat Jeres, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas. Toda aquella generación se reunió también con sus padres, y le siguió otra generación que no había conocido al Señor ni la obra que había realizado en favor de Israel. Los hijos de Israel obraron mal a los ojos del Señor, y sirvieron a los baales. Abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que les había hecho salir de la tierra de Egipto, y fueron tras otros dioses, dioses de los pueblos vecinos, postrándose ante ellos e irritando al Señor. Abandonaron al Señor para servir a Baal y a las astartés. Se encendió, entonces, la ira del Señor contra Israel, los entregó en manos de saqueadores que los expoliaron y los vendió a los enemigos de alrededor, de modo que ya no pudieron resistir ante ellos. Siempre que salían, la mano del Señor estaba contra ellos para mal, según lo había anunciado el Señor y conforme les había jurado. Por lo que se encontraron en grave aprieto. Entonces el Señor suscitó jueces que los salvaran de la mano de sus saqueadores. Pero tampoco escucharon a sus jueces, sino que se prostituyeron yendo tras otros dioses y se postraron ante ellos. Se desviaron pronto del camino que habían seguido sus padres, escuchando los mandatos del Señor. No obraron como ellos. Cuando el Señor les suscitaba jueces, el Señor estaba con el juez y los salvaba de la mano de sus enemigos en vida del juez, pues el Señor se compadecía de sus gemidos, provocados por quienes los vejaban y oprimían. Pero, a la muerte del juez volvían a prevaricar más que sus padres, yendo tras otros dioses, para servirles y postrarse ante ellos. No desistían de su comportamiento ni de su conducta obstinada. La ira del Señor se encendió contra Israel y declaró: «Puesto que este pueblo ha quebrantado la alianza que prescribí a sus padres y no han escuchado mi voz, tampoco yo volveré a expulsar delante de ellos a ninguno de los pueblos que Josué dejó al morir, a fin de probar a Israel por medio de ellos, y saber si guardan o no los caminos del Señor, marchando por ellos, como hicieron sus padres». El Señor permitió que aquellos pueblos se quedaran, sin expulsarlos de inmediato, y no los entregó en mano de Josué.
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