Sabiduría 11, 1-26

Hizo prosperar sus empresas por medio de un santo profeta, Moisés. Atravesaron un desierto inhóspito | y acamparon en parajes intransitables. Hicieron frente a sus enemigos | y rechazaron a sus adversarios. Tuvieron sed y te invocaron: | de una roca escarpada se les dio agua | y de una piedra dura remedio para su sed. Lo que sirvió de castigo para sus enemigos | fue para ellos una ayuda en la necesidad. En lugar de la corriente constante de un río, | enturbiado por una mezcla de sangre y barro —castigo por su decreto infanticida—, | les diste agua abundante sin esperarlo, mostrándoles por la sed que pasaron, | cómo habías castigado a sus adversarios. Pues cuando sufrían una prueba, aunque corregidos con amor, | comprendían los tormentos de los impíos, juzgados con cólera. Porque a unos los probaste como padre que corrige, | pero a otros los castigaste como rey severo que condena. Los ausentes y los presentes se consumían por igual, pues los embargó una doble tristeza | y gemían recordando el pasado; cuando se enteraban de que sus propios castigos | eran en beneficio de los otros, reconocían al Señor. Al que antes abandonaron en el agua y rechazaron con burlas, | al final de los sucesos lo admiraron, | tras sufrir una sed bien distinta de la de los justos. Por sus insensatos y malvados pensamientos, | que los extraviaban hasta el punto de hacerles rendir culto | a reptiles irracionales y viles alimañas, | tú les enviaste como castigo una multitud de animales irracionales, para que supieran que en el pecado está el castigo. Pues bien podía tu mano omnipotente, | que había creado el mundo de materia informe, | enviar contra ellos manadas de osos o intrépidos leones, o bestias enfurecidas, desconocidas y al efecto creadas, | que lanzasen resoplidos llameantes, | o despidiesen humaredas pestilentes, | o echasen chispas terribles por los ojos; bestias capaces de aniquilarlos con su asalto, | y de exterminarlos con su aspecto estremecedor. Y aun sin esto, podían haber sucumbido de un soplo, | perseguidos por la justicia, aventados por tu soplo poderoso, | pero tú todo lo has dispuesto con peso, número y medida. Tú siempre puedes desplegar tu gran poder. | ¿Quién puede resistir la fuerza de tu brazo? Porque el mundo entero es ante ti como un gramo en la balanza, | como gota de rocío mañanero sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes | y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres | y no aborreces nada de lo que hiciste; | pues, si odiaras algo, no lo habrías creado. ¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, | o ¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, | porque son tuyas, Señor, amigo de la vida.
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