Eclesiástico 12, 8-12

No se conoce al amigo en la prosperidad, | ni se oculta al enemigo en la adversidad. Cuando uno prospera, sus enemigos se entristecen, | pero en la adversidad, hasta su amigo lo abandona. No te fíes nunca de tu enemigo, | pues su maldad es como bronce que se oxida. Aunque se haga el humilde y camine con la cabeza baja, | ten cuidado y desconfía de él. | Compórtate con él como quien pule un espejo, | y verás que la herrumbre no lo corroe del todo. No lo pongas junto a ti, | no sea que te derribe y te quite el puesto. | No lo sientes a tu derecha, | no sea que pretenda ocupar tu asiento, | y que al final comprendas mis palabras | y te pese recordar mis consejos.
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