I Reyes 2, 1-9

Llegaron los días de la muerte para David, y dio sus instrucciones a Salomón, su hijo, diciéndole: “Yo me voy por el camino de todos; esfuérzate, pues, y sé hombre." Sé fiel a Yahvé, tu Dios, marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieres y dondequiera que vayas;" de manera que cumpla Yahvé su palabra, la que a mí me ha dado, diciendo: Si tus hijos siguen su camino ante mí en verdad y con todo su corazón y toda su alma, no te faltará jamás un descendiente sobre el trono de Israel. Bien sabes también tú mismo lo que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia; lo que hizo con los dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Jeter, que los mató, derramando en la paz la sangre de la guerra y manchando con la sangre inocente el cinturón que ceñía sus lomos y los zapatos que calzaban sus pies." Haz, pues, con él conforme con tu sabiduría y no dejes que sus canas bajen en paz a la morada de los muertos. Trata con benevolencia a los hijos de Barzilai el galadita y sean de los invitados a tu mesa, pues hicieron así bien conmigo cuando yo iba huyendo de Absa-lón, tu hermano. Ahí tienes también a Semeí, hijo de Güera, benjaminita, de Bajurim, que profirió contra mí violentas maldiciones el día que iba yo a Majanaím. Cuando luego me salió al encuentro al Jordán, yo le juré por Yahvé, diciendo: No te haré morir a espada. Pero tú no le dejes impune, pues, como sabio que eres, sabes cómo has de tratarle, y harás que con sangre bajen sus canas al sepulcro.”
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