I Samuel 2, 12-32

Los hijos de Helí eran hombres perversos, que desconocían a Yahvé y las obligaciones de los sacerdotes para con el pueblo. Cuando alguno ofrecía sacrificios, mientras estaba cociéndose la carne, venía un criado del sacerdote con un tenedor en la mano;" lo metía en la caldera, caldero, olla o puchero, y cuanto sacaba con el tenedor era para el sacerdote. Así hacían con cuantos de Israel venían allí, a Silo. Aun antes de que se quemara el sebo, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: “Dame la carne para asársela al sacerdote; no recibirá de ti carne cocida, sino cruda.” Y si el hombre le decía: “Espera a que se queme el sebo, como siempre, y luego cogerás lo que tú quieras,” le respondía el criado: “No; tienes que dármela ahora mismo, y si no, la cojo yo por la fuerza.” Muy grande era el pecado de aquellos jóvenes ante Yahvé, pues hacían odioso a los hombres el ofrecer ante Yahvé. Samuel ministraba ante Yahvé vestido de un efod de lino. Hacíale su madre un mantito y se lo traía de año en año, cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual. Helí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: “Que te dé Yahvé hijos de esta mujer por el que le prestaste.” Volviéronse ellos a su casa, y Yahvé visitó a Ana, que concibió y parió tres hijos y dos hijas. El joven Samuel iba creciendo en la presencia de Yahvé. Helí era ya muy viejo, y supo lo que sus hijos hacían a todo Israel y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de la congregación;" y les dijo: “¿Por qué hacéis cosas tales y tan malas como las que de vosotros he oído a todo este pueblo ? No, hijos míos, que no es bueno lo que de vosotros oigo. Estáis haciendo que el pueblo de Yahvé se aparte de él. Si un hombre ofende a otro hombre, está de por medio Dios para juzgarle; pero si un hombre ofende a Yahvé, ¿de quién puede esperar la intervención?” No hicieron caso de lo que les decía su padre, pues quería Yahvé matarlos." Entre tanto, el niño Samuel iba creciendo y se hacía grato tanto a Yahvé como a los hombres. Vino a Helí un hombre de Dios y le dijo: “Así habla Yahvé. Yo me revelé claramente a la casa de tu padre cuando eran esclavos en Egipto, en la casa del Faraón. Yo me le elegí de entre todas las tribus de Israel para sacerdote, para que subiese al altar a quemar el incienso y para que llevase ante mí el efod. Yo di a la casa de tu padre todas las combustiones de los hijos de Israel. ¿Por qué, pues, envidias mis víctimas y mis ofrendas, las que yo mandé se ofreciesen en mi casa, y tienes en más a tus hijos que a mí, engordándoos de lo mejor de todas las oblaciones de Israel, mi pueblo? Por eso he aquí lo que dice Yahvé, Dios de Israel: Yo había dicho y repetido a tu casa y a la casa de tu padre que ministraríais ante mí por siempre; pero ahora dice Yahvé: Lejos de mí eso, porque yo honro a los que me honran y desprecio a los que me desprecian." Tiempo vendrá en que yo amputaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que ya no haya nunca ancianos en tu casa y siempre veas ante ti un rival. Aun en las prosperidades de Israel, no habrá nunca ancianos en tu casa.
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