II Corintios 3, 6-18

El nos capacitó como ministros de la nueva alianza, no de la letra, sino del espíritu, que la letra mata, pero el espíritu da vida. Pues si el ministerio de muerte escrito con letras sobre piedras fue glorioso, hasta el punto de que no pudieran los hijos de Israel mirar el rostro de Moisés a causa de su resplandor, con ser transitorio, ¡cuánto más no será glorioso el ministerio del espíritu! Si el ministerio de condenación es glorioso, mucho más glorioso será el ministerio de la justicia. Y en verdad, en este aspecto aquella gloria deja de serlo, comparada con esta otra gloria sobreeminente. Porque si lo transitorio fue glorioso, ¿cuánto más lo será lo que permanece? Teniendo, pues, tal esperanza, procedemos con plena franqueza, y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no pusiesen los ojos en una gloria destinada a perecer. Pero sus entendimientos estaban velados y lo están hoy por el mismo velo que continúa sobre la lección de la Antigua Alianza, sin percibir que sólo por Cristo ha sido removido. Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, el velo persiste tendido sobre sus corazones;" mas cuando se vuelvan al Señor, será corrido el velo. El Señor es espíritu, y donde está el espíritu del Señor, está la libertad. Todos nosotros a cara descubierta reflejamos la gloria del Señor como en un espejo y nos transformamos en la misma imagen, de gloria en gloria, a medida que obra en nosotros el espíritu del Señor.
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