II Crónicas  29, 18-27

Fueron luego al rey Ezequías y le dijeron: “Hemos purificado toda la casa de Yahvé, el altar de los holocaustos y todos sus utensilios, y la mesa de los panes de la proposición. Y todos sus utensilios, que el rey Ajaz profanó durante su reinado con sus transgresiones, están ya reparados y purificados y ante el altar de Yahvé.” El rey Ezequías se levantó bien de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y subió a la casa de Yahvé. Ofrecieron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos en sacrificio expiatorio por el reino, por el santuario y por Judá. El rey mandó a los sacerdotes hijos de Aarón que los ofreciesen en el altar de Yahvé. Los sacerdotes inmolaron los novillos, recibieron su sangre y la derramaron en torno al altar; inmolaron los carneros y derramaron su sangre en el altar." Presentaron luego los machos cabríos expiatorios ante el rey y ante la asamblea, que pusieron sus manos sobre ellos, y los sacerdotes los inmolaron y derramaron la sangre al pie del altar, en expiación por los pecados de todo Israel, pues por todo Israel había ordenado el rey el holocausto y el sacrificio expiatorio. Hizo que los levitas se pusieran en la casa de Yahvé con címbalos, salterios y arpas, según la ordenación de David, de Gad, vidente del rey, y de Natán, profeta, porque tal era la orden de Yahvé, transmitida por medio de sus profetas. Los levitas ocuparon su sitio con los instrumentos de David, y los sacerdotes el suyo con las trompetas. Ezequías mandó ofrecer el holocausto sobre el altar; y en cuanto comenzó el holocausto, comenzó también el canto de Yahvé al son de las trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel."
Ver contexto