II Crónicas  32, 1-21

Después de estas cosas y de estos actos de fidelidad, vino Senaquerib, rey de Asiría, que invadió Judá y puso sitio a las ciudades fuertes para apoderarse de ellas. Ezequías, viendo que había venido Senaquerib y que se proponía atacar Jerusalén, tuvo consejo con los príncipes y los más valerosos de los oficiales, proponiendo si se cegarían las fuentes de aguas que había fuera de la ciudad, y ellos le apoyaron. Una gran muchedumbre se reunió, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que corría por el medio del territorio, diciendo: “¿Por qué habrán de hallar los reyes de Asiría, cuando vengan, provisión de agua?” Ezequías cobró ánimo y reparó también con gran cuidado todas las murallas que habían sido derribadas, alzó en ellas torres y una antemuralla; reparó el terraplén de la ciudad de David e hizo armas de toda suerte y escudos." Nombró jefes para mandar el ejército y, reuniendo luego a todo el mundo en la plaza de la puerta de la ciudad, les habló al corazón, di-ciendo: “Esforzaos y confortaos; no temáis; no os dé miedo el rey de Asiría y toda esa muchedumbre que trae, porque más son los que con nosotros están que los que están con él" El tiene el brazo de carne; pero con nosotros está Yahvé, nuestro Dios, para ayudarnos y combatir nuestros combates.” El pueblo cobró valor con las palabras de Ezequías, rey de Judá." Después de esto, Senaquerib, rey de Asiría, que combatía a Laquis con todo su poder, mandó emisarios a Jerusalén para decir a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén: “Así dice Senaquerib, rey de Asiría: ¿En quién confiáis vosotros para estaros quietos, cercados en Jerusalén? ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte, al hambre, a la sed, diciendo: Yahvé, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiría? ¿No es Ezequías el que ha hecho desaparecer sus altos y sus altares, diciendo a Judá y a Jerusalén: Sólo ante este altar adoraréis y quemaréis perfumes? ¿No sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de la tierra? ¿Pudieron acaso los dioses de esas gentes librar sus tierras de mis manos? ¿Qué dios de entre los dioses de esas gentes que destruyeron mis padres pudo salvar a su pueblo de mis manos? ¿Cómo, pues, va a poder vuestro Dios libraros de mi mano? Que no os engañe, pues, Ezequías; cuando tal cosa quiera persuadiros, no le creáis; que si ningún dios de los de todas esas naciones y reinos pudo librar a sus pueblos de mis manos y de las manos de mis padres, ¡cuánto menos podrá vuestro Dios libraros de mis manos!” Otras cosas más añadieron los emisarios de Senaquerib contra Yahvé y contra Ezequías, su siervo. Escribió, además, cartas en que blasfemaba de Yahvé, Dios de Israel, y hablaba contra El, diciendo: “Lo mismo que los dioses de las gentes de las tierras no pudieron librar a sus pueblos de mis manos, tampoco el Dios de Ezequías librará al suyo de mis manos.” Y hablaban en voz muy alta, en judío, al pueblo de Jerusalén que se hallaba en las murallas, para asustarlos y hacerlos entrar en temor, para apoderarse de la ciudad. Hablaron contra el Dios de Jerusalén, lo mismo que contra los dioses de las gentes de la tierra, obra de manos de hombres. Pero el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amos, opusieron sus oraciones a estas blasfemias y clamaron al cielo;" y Yahvé envió un ángel, que mató a cuantos fuertes y valerosos había en el ejército del rey de los asirios y al jefe que los mandaba; y Senaquerib se volvió con afrenta a su tierra, y allí, entrando en el templo de su dios, hijos suyos, que de él habían salido, le mataron a espada."
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