Eclesiástico 14, 1-27

Dichoso el varón que no peca con su boca y no siente el remordimiento del pecado. Dichoso aquel a quien no condena su corazón; no verá defraudada su esperanza." El hombre tacaño, ¿para qué quiere la riqueza? y al avaro, ¿de qué le sirve el oro? El que se impone privaciones amontona para otros, y con sus bienes otros se darán buena vida. El que para sí mismo es malo, ¿para quién será bueno? Ni él disfruta de sus tesoros. Nadie más necio que el que para sí mismo es tacaño, y lleva ya en eso su castigo. Si hace algún bien, es sin darse cuenta, y al fin viene a descubrir su maldad. Es malo quien mira con envidia, el que vuelve su rostro y mira con desdén. El ojo del codicioso no se sacia con su parte, y mientras busca lo del prójimo pierde lo suyo. El ojo envidioso mira con envidia el pan que otro come, y a su propia mesa siempre hay alborotos. Hijo mío, según tus facultades, hazte bien a ti mismo y ofrece al Señor ofrendas dignas. Acuérdate de que en el hades ya no hay goce, de que la muerte no tarda y no sabes cuándo vendrá. Antes de tu muerte haz bien a tu prójimo y según tus posibles ábrele tu mano y dale. No te prives del bien del día y no dejes pasar la parte de goce que te toca. Mira que tienes que dejar lo tuyo para otros, y tu hacienda se la distribuirán tus herederos. Da y torna y satisface tus deseos, que en el hades no hay que buscar placer. Como vestido se envejece toda carne, i porque ésta es la ley desde el principio, que has de morir. Como las hojas verdes de un árbol frondoso, que unas caen y otras brotan, así es la generación de la carne y de la sangre: unos mueren y otros nacen, Toda obra humana se carcome, al fin se acaba, y tras ella va el que la hizo. (TEXTO OMITIDO) Dichoso el hombre que medita la sabiduría y atiende a la inteligencia;" que estudia en su corazón sus caminos e investiga sus secretos• Sal en pos de ella, como siguiéndole los pasos, y ponte al acecho en sus caminos. Mira por sus ventanas y escucha a sus puertas. Vigila cerca de su casa y en sus muros fija las cuerdas de su tienda; planta su tabernáculo junto a ella y habita en su buena morada;" pone sus hijuelos entre su follaje y mora bajo sus ramas. Se protege allí, a su sombra, del calor y descansa en sus habitaciones.
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