Genesis 28, 12-22

Tuvo un sueño. Veía una escala apoyándose en la tierra, y bajaban los ángeles de Dios. Junto a él estaba Yahvé, que le dijo: “Yo soy Yahvé, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra sobre la cual estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia." Será ésta como el polvo de la tierra, y te ensancharás a occidente y a oriente, a norte y a mediodía, y en ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo estoy contigo, y te bendeciré adondequiera que vayas, y volveré a traerte a esta tierra, y no te abandonaré hasta cumplir lo que te digo.” Despertó Jacob de su sueño, y se dijo: “Ciertamente está Yahvé en este lugar, y yo no lo sabía”;" y, atemorizado, añadió: “¡Qué terrible es este lugar! No es sino la casa de Dios y la puerta de los cielos.” Levantóse Jacob bien de mañana, y, tomando la piedra que había tenido por cabecera, la alzó como memoria y vertió óleo sobre ella. Llamó a este lugar Betel, aunque la ciudad se llamó primero Luz. E hizo Jacob voto diciendo: “Si Yahvé está conmigo, y me protege en mi viaje, y me da pan que comer y vestidos que vestir, y retorno en paz a la casa de mi padre, Yahvé será mi Dios;" esta piedra que he alzado como memoria será casa de Dios, y de todo cuanto a mí me dieres, te daré el diezmo.”
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