I Macabeos 14, 1-49

El año ciento setenta y dos reunió el rey Demetrio sus tropas y se puso en marcha hacia la Media, en busca de recursos para hacer la guerra a Trifón. Sabido por Arsaces, rey de Persia y de Media, que Demetrio había invadido su territorio, mandó a su encuentro a uno de sus generales con el encargo de cogerle vivo. Partió éste y derrotó a Demetrio, haciéndole prisionero y llevándole a Arsaces, que le encarceló. Y disfrutó de paz la tierra de Judá toda la vida de Simón, que procuró la prosperidad de su pueblo; a todos fue grato su gobierno, y gozó de fama todos los días de su vida," Y añadió a esta gloria la toma de Jope para puerto, teniendo así entrada a las islas del mar. Extendió los términos de su nación y mantuvo el dominio de su tierra. Redimió muchos cautivos, se adueñó de Gazer y Betsur y de la ciudadela. Quitó de ella las impurezas y no hubo quien le resistiera. Cultivaban en paz la tierra, y la tierra daba sus cosechas, y los árboles del campo sus frutos. Los ancianos se sentaban en las plazas, todos hablaban de las prosperidades de la tierra, y los jóvenes vestían como traje de honor el traje de guerra. Abasteció las ciudades y las puso en estado de defensa. Llegó la fama de su nombre hasta los extremos confines de la tierra. Hizo reinar la paz en toda la tierra, y gozó Israel de gran bienestar. Cada uno se sentaba bajo su parra y su higuera, y nada había que les causara temor. Desapareció de la tierra el que les hacía la guerra, y en sus días fueron vencidos reyes. Dio seguridad a los humildes de su pueblo, tuvo celo por la Ley y desterró a todos los impíos y malvados. Restauró la gloria del santuario y aumentó los vasos sagrados. Había llegado a Roma y Esparta la noticia de la muerte de Jonatán, de la que se dolieron mucho. Pero al saber que Simón, su hermano, le había sucedido en el sumo sacerdocio y que mandaba en la tierra y en sus ciudades, le escribieron la renovación de la amistad y la alianza antes hecha con Judas y Jonatán, sus hermanos, en placas de bronce, que fueron leídas en Jerusalén en la asamblea del pueblo. He aquí la copia de las letras enviadas por los espartanos: “Los príncipes y la ciudad de Esparta, a Simón, sumo sacerdote, y a los ancianos, y a los sacerdotes, y a todo el pueblo de los judíos, sus hermanos, salud. Los mensajeros que habéis mandado a nuestro pueblo nos han dado noticias de vuestra gloria y honor, y de ello nos alegramos sobremanera. Hemos registrado en las deliberaciones del pueblo lo siguiente: Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatro, hijo de Jasón, legados de los judíos, han llegado a nosotros para renovar la antigua amistad. El pueblo resolvió recibir honrosamente a los mensajeros y depositar una copia de su discurso entre los documentos públicos para que el pueblo espartano guarde memoria de ello. Y hemos enviado una copia de esto a Simón, sumo sacerdote.” Después de estos sucesos envió Simón a Numenio a Roma, para renovar la alianza con los romanos, mandando por él, como presente, un escudo de oro de mil minas de peso. Cuando el pueblo oyó tales cosas, se dijeron: “¿Qué gracias podemos dar a Simón y a sus hijos? Porque valerosamente han combatido contra los enemigos de Israel, tanto él como sus hermanos y toda su familia, y han afianzado nuestra libertad.” Y grabaron en placa de bronce, que colgaron de columnas en el monte de Sión, la siguiente escritura: “El día dieciocho del mes de Elul del año ciento setenta y dos, el año tercero del sumo sacerdote Simón, en Asaramel, en la asamblea general de los sacerdotes y del pueblo, de los príncipes y ancianos de la nación, se hizo saber esto: En las muchas guerras que ha habido en nuestras tierras, Simón, hijo de Matatías, de los hijos de Joarib, así como sus hermanos, se expusieron al peligro e hicieron frente a los adversarios de su nación por la conservación del santuario y de la Ley, y ganaron grande gloria para su pueblo. Jonatán los congregó y fue sacerdote hasta que se reunió con sus padres. Resolvieron entonces los enemigos invadir la tierra, devastarla y hacerse dueños del santuario;" pero se levantó Simón y salió a la defensa de su pueblo, y con grandes expensas suyas armó a los valientes de su nación y les pagó la soldada. Fortificó las ciudades de Judea y a Betsur en sus confines, donde antes dominaban las armas de los enemigos. Puso allí guarnición judía, fortificó a Jope, junto al mar, y a Gazer, en los confines de Azoto, en la que antes habitaban los enemigos, e instaló en ellas judíos y los proveyó de cuanto era necesario para su defensa. Viendo el pueblo la conducta de Simón y la gloria que se proponía dar a su nación, le hicieron su caudillo y sumo sacerdote, en premio de haber realizado todas estas proezas y de la justicia y fidelidad que ha guardado a su pueblo, procurando por todos los medios el engrandecimiento de éste. En sus días todo prosperó, y los gentiles fueron exterminados de la tierra, y en la misma Jerusalén los que ocupaban la ciudad de David, que habían convertido en ciudadela, de donde hacían salidas, profanando los alrededores del santuario, con gran perjuicio de su santidad. Instaló allí judíos, la fortificó para seguridad de la tierra y de la ciudad, y dio mayor altura a las murallas de Jerusalén. Por todo esto, el rey Demetrio le confirió el sumo sacerdocio, y le inscribió en el número de sus amigos y le otorgó grandes honores, pues supo que los judíos eran tenidos por los romanos como amigos, aliados y hermanos, y habían sido acogidos con honor los legados de Simón. Los judíos y sacerdotes resolvieron instituir a Simón por príncipe y sumo sacerdote por siempre, mientras no aparezca un profeta digno de fe, y por su caudillo que defienda el santuario, instituya inspectores de obras, gobernadores de la tierra, capitanes de las tropas y alcaides de las fortalezas;" que cuide de las cosas sagradas; que sea de todos obedecido; que se inscriban en su nombre todos los documentos públicos en la tierra; vista de púrpura y lleve la fíbula de oro." A nadie será lícito, ya del pueblo, ya de los sacerdotes, traspasar ninguna de estas disposiciones ni contravenir a lo que por él fuere ordenado, o convocar en la tierra asamblea sin su consentimiento, ni vestir la púrpura ni llevar la fíbula de oro. El que traspasare estas disposiciones o violare alguna de ellas, incurrirá en castigo.” Todo el pueblo aprobó conferir a Simón estos poderes y honores, y convino en que él obrase conforme a ellos. Acepto Simón, agradecido, el sumo sacerdocio y ser caudillo y jefe de los judíos y de los sacerdotes, ejerciendo el mando supremo. Mandaron que esto se escribiera en láminas de bronce y se pusiese en el atrio del templo en lugar visible, y que una copia de lo mismo se depositase en el tesoro del templo, a disposición de Simón y de sus hijos. (TEXTO OMITIDO)
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