Salmos 139, 1-16

Al maestro del coro. Salmo de David. ¡Oh Yahvé! tú me has examinado y me conoces, tú conoces cuándo me siento y cuándo me levanto, y de lejos entiendes mi pensamiento. Disciernes cuándo camino y cuándo descanso, te son familiares todas mis sendas. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y ya tú, Yahvé, lo sabes todo. Me envuelves por detrás y por delante y pones sobre mí tu mano. Sobremanera admirable es para mí esta ciencia, demasiado sublime para poder (comprenderla). ¿Dónde podría alejarme de tu espíritu? ¿Adonde huir de tu faz? Si subiere a los cielos, allí estás tú; si bajare al “seol,” allí estás presente." Si tomara las alas de la aurora y quisiera habitar al extremo del mar, también allí me cogería tu mano y me tendría tu diestra. Si dijere: “Ciertamente las tinieblas me envuelven y sea la noche luz en torno mío,” tampoco las tinieblas son oscuras para ti, y la noche luciría como el día, pues las tinieblas son como la luz (para ti). Porque tú formaste mis entrañas, tú me tejiste en el seno de mi madre, Te alabaré por el maravilloso modo en que me hiciste. ¡Admirables son tus obras! Del todo conoces mi alma. Mis huesos no te eran ocultos cuando fui modelado en secreto y bordado en las profundidades de la tierra. Ya vieron tus ojos mis obras, siendo escritas todas en tu libro. Estaban mis días determinados cuando aún no existía ninguno de ellos.
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