II Crónicas  34, 8-33

Y en el año dieciocho de su reinado, purificó la tierra de Israel y su casa, y mandó llamar a Safán, hijo de Alzías, y a Maasías, escriba de la ciudad, y les dijo: Vayan y reparen la casa de Yahweh su Dios. Y al llegar ante el sumo sacerdote Hil-quías, le entregaron el dinero que había ingresado a la casa de Yahweh, y que los levitas, guardias de las puertas, habían recogido de mano de Manasés, de Efraín, de mano de todo Israel, de todo Judá, de Benjamín y de todos los habitantes de Jerusalén. Y lo entregaron en manos de los trabajadores que tenían bajo su responsabilidad la casa de Yahweh, y entregaron el dinero a los que hacían las obras de la casa de Yahweh para las reparaciones y para el emplaste. Así pagaron a los carpinteros, a los constructores, a los compradores de piedras preciosas y madera para la reparación y el recubrimiento de las paredes de la casa, las cuales habían desmontado los reyes de Judá. Y los hombres procedieron con fidelidad en cuanto a las obras del santuario; tenían como mayordomos a Najat y a Abdías, hijos de Merari, a Zacarías y Salom, hijos de Cohat. Y los cantores y los levitas eran los que entonaban alabanzas acompañadas con instrumentos musicales. Y todos hicieron obras de diversos tipos. Entre los levitas había escribas, oficiales y porteros. Mientras sacaban el dinero que había ingresado a la casa de Yahweh, el sacerdote Hilquías encontró el libro de la ley de Yahweh, el cual había sido dado por medio de Moisés. Entonces el sacerdote Hilquías se dirigió al escriba Safán, diciendo: He encontrado el libro de la ley en la casa de Yahweh. Luego Hilquías lo entregó al escriba Safán. Después el escriba Safán dijo al rey todo lo que Hilquías le había dicho, y añadió, diciéndole: Todo lo que has encargado a tus siervos, ellos lo han llevado a cabo. Han gastado el dinero en la reparación de la casa de Yahweh, y han rendido cuentas de ello a los supervisores y a los trabajadores. El escriba Safán informó al rey, diciendo: El sacerdote Hilquías me ha entregado un libro. Y Safán lo leyó en presencia del rey. Y sucedió que al escuchar el rey las palabras de la ley, rasgó sus vestiduras. Entonces el rey dio órdenes a Hilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abcor, hijo de Miqueas, al escriba Safán y a Asaías, mayordomo del palacio, diciéndoles: Vayan a orar por mí ante Yahweh, y también por el pueblo de Israel y por Judá, a causa de las palabras de este libro que fue encontrado, porque la ira de Yahweh que viene sobre nosotros es grande, pues nuestros padres no obedecieron las palabras de Yahweh, para poner por obra todo lo que está escrito para nosotros en este libro. Entonces Hilquías y todos los que el rey había enviado, fueron a la profetisa Hulda, esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Jisda, guardia de las armas, que vivía en el centro de Jerusalén, dedicada al estudio; y hablaron con ella conforme a la orden del rey. Y ella les dijo: Así dice el Señor de señores de Israel: “Digan al hombre que los envió a mí: “Así dice Yahweh: ‘He aquí que yo traeré calamidad sobre este lugar y sobre sus habitantes; todas las maldiciones que están escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá, pues ellos me han dejado, han adorado a otros dioses y me han provocado a ira con la obra de sus manos. Por tanto, mi ira vendrá contra este lugar y no será apagada’”. Así dirán al rey de Judá que los ha enviado a consultar a Yahweh: “Así dice Yahweh, Dios de Israel, en cuanto a las palabras que escuchaste: ‘Por cuanto se quebrantó tu corazón y te conmoviste delante de Yahweh al escuchar estas cosas que yo traeré contra este lugar y contra sus habitantes; te has quebrantado en mi presencia, rasgaste tus vestiduras y has llorado delante de mí, ciertamente yo te he escuchado —declara Yahweh. ‘Por tanto, te reuniré con tus padres. Serás vuelto en paz a tu sepulcro, y tus ojos no verán toda la calamidad que yo traeré contra este lugar y contra sus habitantes’”. Entonces ellos llevaron la respuesta al rey. Luego el rey envió mensaje a fin de que se reunieran con él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Y el rey subió a la casa de Yahweh con todos los de la casa de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el menor hasta el mayor, y leyó en su presencia todas las palabras de este libro del pacto que fue encontrado en la casa de Yahweh. El rey se puso de pie en su lugar e hizo juramento delante de Yahweh de seguir a Yahweh para andar en sus caminos, para guardar sus mandamientos, sus estatutos y sus testimonios con todo el corazón y con toda el alma, y de poner por obra las palabras del pacto que están escritas en este libro. E hizo que se comprometiera todo el que se encontraba en Jerusalén y en Benjamín; y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme al pacto de Yahweh, el Dios de sus padres. Entonces Josías eliminó las obras abominables que Yahweh había desechado ante los hijos de Israel, e hizo que todo el pueblo que se hallaba en Israel adorara a Yahweh su Dios. Y ellos no se apartaron de ir en pos de Yahweh, el Dios de sus padres.
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