Diccionario de Patrística
© 1992 Verbo Divino

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DICCIONARIO DE PATRÍSTICA



César Vidal Manzanares



© 1992 Verbo Divino, S.A.



Madrid , España


Fotocornposición: Lente, S.A., Pamplona.


Impresión: Gráficas Lizarra, S.L., Estella (Navarra). Depósito Legal: NA. 106-1997


ISBN: 84-7151-835-X


Acerca de la Obra:



EL AUTOR


César Vidal Manzanares. Nació en 1958 en Madrid, Doctor en Historia y Licenciado en Derecho y Teología, ejerciendo actualmente la enseñanza como profesor de Historia en la UNED (Universidad de Educación a Distancia). Especializado en la historia del cristianismo primitivo y del Antiguo Oriente, ha publicado, en relación con estos temas: Cuando los dioses gobernaban la tierra, Planeta, Barcelona 1992, El hijo de Ra (Ramsés II), Martínez Roca, Barcelona 1992, Diccionario de las tres religiones (judaismo, cristianismo e islam), Alianza, Madrid 1993, Introducción a los Documentos del Mar Muerto, Alianza, Madrid 1993, El primer Evangelio: el Documento Q, Planeta, Barcelona 1993, etc. Igualmente ha sido el primer traductor al castellano de los Evangelios gnósticos de NagHammadi (Los Evangelios gnósticos, MartínezRoca, Barcelona 1991) y de la Historia de Egipto de Manetón (Alianza, Madrid 1993). Miembro de la American Society of Oriental Research (ASOR) y del Oriental Institute of Chicago. En la Editorial Verbo Divino, en esta misma colección de "Diccionarios", ha pubicado su Diccionario de sectas y ocultismo, 2da. ed.



INTRODUCCIÓN



Nunca podrá hablarse demasiado de la relevancia que la Patrística reviste para el fenómeno cristiano en todas sus acepciones. La evolución dogmática, la configuración de las diversas Iglesias cristianas, el desarrollo teológico y la historia del cristianismo son sólo algunos de los aspectos referidos de manera obligatoria a la misma. Constituye, por tanto, un instrumento de recurso indispensable para la pastoral, la evangelización, la teología, la historia, la exégesis, la liturgia y el estudio del dogma. No es menor - ¡todo lo contrario! - el papel de los estudios patrísticos en el diálogo intereclesial puesto que a esa historia común pueden remitirse los cristianos de cualquier denominación. Descubierta o no, consciente o no, la presencia de la Patrística es irrefutable e innegable en un cristianismo que discurre entre quince y veinte siglos después. Pocos movimientos espirituales podrán presumir de una influencia que se mantenga igual de fresca en el tiempo y en el espacio.



Con todo, y no deja de ser esta circunstancia lamentable, la Patrística no parece haber calado en el interés del común del pueblo de Dios. Con la excepción de algunas obras bien concretas, como pueden ser las Confesiones del teólogo de Hipona, parece que existe una cierta aversión popular hacia un mundo espiritual que se supone rancio y anacrónico, propio de sesudos especialistas y manjar de ratas de biblioteca. Dado que muchas de las obras dedicadas al estudio de los Padres adolecen de ese mismo tono propio de cierta erudición, a mucha gente llana - que no es consciente de cuanto ha influido la Patrística en su historia pasada y en su fe o práctica cotidianas - le sucede como a la famosa mona de la fábula que mordiendo la nuez le pareció dura y la arrojó lejos de sí perdiendo así un alimento sabroso y nutritivo.



Es precisamente un deseo de poder acercar esa herencia, proveniente de los Padres de los seis primeros siglos, al hombre de a pie lo que me movió, ya hace tiempo, a concebir el proyecto de una obra sencilla, que sirviera de manual de consulta rápida y que pudiera, con profundidad mínima y claridad obligada, contactar a la mayoría con aquellos hombres que tanto influyeron en el desarrollo del cristianismo en sus primeros siglos, redefiniéndolo, profundizándolo y defendiéndolo contra el ataque de un conjunto de herejías (gnosticismo, arrianismo, etc.) que aún parecen retornar en nuestro tiempo con caras nuevas y corazón viejo. Precisamente esta finalidad es la que me llevó a adoptar para este primer proyecto de divulgación de la Patrística la forma de un diccionario. No existía entonces ninguna otra obra de óptica similar en castellano, y su especial estructura permite al que la utiliza abordar cualquier tema directa y rápidamente.



No todos los personajes de la Patrística han tenido la misma importancia. Tampoco todos son conocidos o han sido estudiados por igual. De Agustín de Hipona poseemos no sólo un número considerable de obras sino también una bibliografía cuya mera enumeración ocupa varios volúmenes de regular tamaño. Por el contrario, de otros padres sólo contamos con el nombre y poco más. Sus escritos no han llegado hasta nosotros, su identificación personal es dudosa y los esfuerzos para hallar fragmentos de su legado son discutibles en buen número de casos. Con todo, hemos tendido a no excluir ninguno de esos nombres, grandes o pequeños, del cuerpo de esta obra.



En ella, ordenados alfabéticamente, el lector encontrará acceso a varios centenares de padres de los seis primeros siglos de acuerdo a una metodología que estimamos sencilla y clara. En primer lugar, se hallan recogidos los datos relativos a la biografía del personaje así como, brevemente, los de su tiempo. A continuación, se consigna su obra escrita - al menos, la más importante - y, finalmente, se recogen las aportaciones teológicas - caso de existir - realizadas por el sujeto en cuestión. De manera rápida y sencilla, la persona que consulte el presente diccionario obtendrá la información esencial sobre la vida, la obra y la teología del padre concreto. No todo en los padres - sería absurdo engañarse - es oro, por mucho que reluzca. Tampoco nadie puede esperar hallar en ellos formulaciones similares a algunas de las nacidas en los momentos más delicados de la historia del cristianismo. Pero, pese a ese carácter imperfecto, limitado por la circunstancia, aquí tan claramente orteguiana, no se puede ni caer en una hagiografía falsa que oculte la realidad histórica ni tampoco hacer caso omiso de cómo vivieron, pensaron y afrontaron las crisis y problemas de su tiempo, desde una perspectiva deseada evangélica, aquellos cristianos, ejemplo vivo para nuestra época - aunque nos cueste creerlo - mucho menos convulsa. No hacerlo así nos abocaría, como lúcidamente señaló Santayana, a repetir la historia, muchas veces trágica, del pasado.