Hechos 21 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 40 versitos |
1 Después de separarnos de ellos, nos hicimos a la mar y, navegando derechos, llegamos a Cos; al día siguiente, a Rodas y de allí a Pátara.
2 Encontramos una nave que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y nos dimos a la vela.
3 Después de avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, seguimos navegando rumbo a Siria y arribamos a Tiro, pues allí la nave debía descargar la mercancía.
4 Dimos con los discípulos y permanecimos allí siete días. Ellos, movidos por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén,
5 pero, cuando pasaron aquellos días, salimos y seguimos el camino, acompañándonos todos ellos con sus mujeres y niños hasta las afueras de la ciudad; en la playa nos pusimos de rodillas y oramos;
6 nos despedimos unos de otros y subimos a la nave; ellos se volvieron a sus casas.
7 Desde Tiro llegamos a Tolemaida, terminando así el viaje por mar, y, después de saludar a los hermanos, nos quedamos un día con ellos.
8 Al día siguiente, partimos de allí y llegamos a Cesarea; entramos en la casa de Felipe, el evangelista, uno de los Siete, y nos quedamos con él.
9 Este tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban.
10 Permanecimos allí bastantes días; bajó de Judea un profeta de nombre Agabo;
11 vino a vernos y, tomando el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén y entregarán en manos de los gentiles al hombre a quien pertenece este cinturón».
12 Al oír esto, tanto nosotros como los de aquel lugar le rogamos que no subiese a Jerusalén.
13 Entonces Pablo respondió, diciendo: «¿Qué hacéis llorando y afligiendo mi corazón? Pues yo estoy dispuesto no solo a que me arresten, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús».
14 Como no se dejaba convencer, dejamos de insistir, diciendo: «Hágase la voluntad del Señor».
15 Después de estos días, hechos los preparativos del viaje, emprendimos la subida a Jerusalén.
16 Nos acompañaron algunos discípulos de Cesarea, que nos llevaron a casa de cierto Nasón de Chipre, antiguo discípulo, donde nos habíamos de alojar.
17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con agrado.
18 Al día siguiente, Pablo entró con nosotros en casa de Santiago; se reunieron también todos los presbíteros.
19 Después de saludarlos, les fue contando una a una todas las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio.
20 Al oírlo, glorificaban a Dios, y le dijeron: «Hermano, ya estás viendo cuántos miles y miles de entre los judíos han abrazado la fe y todos son fervientes seguidores de la ley.
21 Pero han oído decir sobre ti que andas enseñando a todos los judíos que viven entre los gentiles que abandonen a Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni vivan de acuerdo con las costumbres tradicionales.
22 ¿Qué hacer, pues? De todos modos se van a enterar de que has venido.
23 Haz, pues, lo que te vamos a decir: Tenemos aquí cuatro hombres que tienen que cumplir un voto.
24 Tómalos contigo y purifícate con ellos; y paga por ellos para que se rapen la cabeza. Así conocerán todos que no hay nada de lo que han oído decir de ti sino que tú también procedes correctamente observando la ley.
25 En cuanto a los gentiles que han abrazado la fe, les hemos comunicado por carta lo que hemos decidido: que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de la sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas».
26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres y, al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo para avisar cuándo se cumplían los días de la purificación y cuándo había que presentar la ofrenda por cada uno de ellos.
27 ° Cuando estaban para cumplirse los siete días, los judíos de Asia, que lo vieron en el templo, alborotaron al gentío y agarraron a Pablo,
28 gritando: «¡Auxilio, israelitas! Este es el hombre que va enseñando a todos por todas partes contra nuestro pueblo, contra nuestra ley y contra este lugar; e incluso ha llegado a introducir a unos griegos en el templo, profanando este lugar santo».
29 Era que antes habían visto con él por la ciudad a Trófimo, el de Éfeso, y pensaban que Pablo lo había introducido en el templo.
30 El revuelo cundió por toda la ciudad, y hubo una avalancha de gente; agarraron a Pablo, lo sacaron a rastras fuera del templo e inmediatamente cerraron las puertas.
31 Y estando ellos a punto de matarlo, dijeron al tribuno de la cohorte: «Toda Jerusalén anda revuelta».
32 Inmediatamente cogió soldados y centuriones y bajó corriendo hacia donde estaban ellos, que, al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 Entonces el tribuno se acercó, agarró a Pablo y dio orden de que lo ataran con dos cadenas; y empezó a preguntar quién era y qué había hecho.
34 Entre la gente, sin embargo, unos gritaban una cosa y otros otra. No pudiendo conseguir información segura a causa de alboroto, ordenó que lo condujeran al cuartel.
35 Cuando llegó a las escaleras, tuvo que ser llevado a hombros por los soldados debido a la violencia de la gente,
36 pues el pueblo en masa venía detrás, gritando: «Elimínalo».
37 Cuando estaban a punto de meterlo en el cuartel, Pablo dice al tribuno: «¿Se me permite decirte una palabra?». Él le contestó: «¿Sabes griego?
38 Entonces, ¿no eres tú el egipcio que estos últimos días ha amotinado y llevado al desierto a los cuatro mil sicarios?».
39 Pablo repuso: «Yo soy judío, de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad ilustre. Te ruego me permitas hablar al pueblo».
40 Se lo permitió, y Pablo, de pie sobre las escaleras, pidió silencio con la mano al pueblo. Se hizo un gran silencio y comenzó a hablar en lengua hebrea, diciendo:

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Introducción a Hechos

HECHOS DE LOS APÓSTOLES

La tradición ha atribuido esta obra a san Lucas, que la habría escrito en el último tercio del siglo i d.C., dirigiéndola a cristianos de origen paulino situados en regiones griegas, tal vez en los entornos de Éfeso. Existe una estrecha relación entre los evangelios (proclamación de Jesucristo) y los Hechos que contienen el cumplimiento de la promesa del envío del Espíritu Santo, el nacimiento de la Iglesia y su expansión hasta el confín de la tierra. El libro es, pues, de alguna manera el cumplimiento del mandato misionero que traen los cuatro evangelios (Mat 28:16-20; Mar 16:15 s; Luc 24:47; Jua 17:17; Jua 20:21), pero especialmente el de san Lucas, del que constituye el segundo libro; de hecho, lo mismo que en Lc, el mandato misionero de Jesús se expresa en términos de testimonio sobre él por parte de los discípulos (Hch 1:8). Los Hechos tienen dos grandes partes, dedicadas respectivamente al testimonio de la Iglesia de Jerusalén con los Doce (Hch 1:1-26 - Hch 12:1-25) y al testimonio de Pablo hasta el confín de la tierra (Hch 13:1-52 - Hch 28:1-31). San Lucas continúa aquí la presentación teológica del camino profético y salvador comenzado en el evangelio, destacando especialmente cómo este camino, programado y dirigido por Dios Padre y recorrido en su ministerio terreno por Jesús, es continuado actualmente por Cristo glorioso a través de su Espíritu y por medio del testimonio profético de la Iglesia.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Hechos 21,1-40*13-28 La segunda parte del libro narra cómo el Evangelio llega hasta el confín de la tierra, con lo que se cumple el mandato del Señor referido en Hch 1:8. El gran protagonista será Pablo, que, en sus viajes, da testimonio de Jesús en el mundo grecorromano.


Hechos 21,1-40*19:23-28:31 La tercera sección de la segunda parte de Hechos narra el viaje de Pablo a Jerusalén y a Roma, como prisionero y testigo de Cristo; consta de cuatro bloques: viaje a Jerusalén por Macedonia y Acaya (Hch 19:23-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-26); prisión y testimonio en Jerusalén ante los judíos (Hch 21:27-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27); prisión y testimonio en Cesarea ante gobernadores y reyes (Hch 25:1-27; Hch 26:1-32); viaje a Roma y testimonio en dicha ciudad (Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).
Hechos 21,27-40*21:27-23:11 Esta unidad narra la detención de Pablo y su testimonio ante el pueblo judío, y especialmente ante el Sanedrín, máximo tribunal judío.