Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capitulo 3.
Dominio de la Lengua, 3:1-12.
Las instrucciones y exhortaciones que siguen no tienen ningún nexo especial y directo con lo que antecede. Recuerdan, sin embargo, lo que ya había dicho el autor sagrado en 1:19.26; 2:12. Santiago enseña que todos los cristianos deben refrenar la lengua, pero principalmente los maestros 1, los cuales han de ejercitar su ministerio docente mediante la lengua 2 y han de procurar que sus palabras estén llenas de sabiduría y de prudencia 3. De ahí que el autor sagrado trate de refrenar la ambición de los cristianos de querer erigirse en maestros de los demás. El oficio de enseñar está lleno de peligros por la dificultad en custodiar la lengua. Las faltas de la lengua pueden ser causa de un juicio más severo por parte de Dios.
Responsabilidad del que enseña, 3:1-2.
1
Hermanos míos, no seáis muchos en pretender haceros maestros, sabiendo que seremos juzgados más severamente, 2a
porque todos ofendemos en mucho. Santiago no quiere que haya entre los cristianos, a los cuales se dirige, muchos
maestros (v.1). Parece como si quisiera reaccionar contra la búsqueda ambiciosa del título de maestro. Es bien conocido el prestigio de que gozaban los rabinos entre los judíos. Tenían la aureola del sabio y del escriba4, eran colmados de honores. También la Iglesia naciente tuvo sus
didascalos 5.
Pero los apóstoles tuvieron que combatir en las comunidades cristianas la ambición de querer erigirse en doctores. Ya desde los primeros tiempos de la Iglesia se dieron abusos entre los didáscalos, sobre todo entre los didáscalos de origen judío. Estos se ponían a predicar sin estar suficientemente instruidos, o bien predicaban doctrinas no del todo conformes con la fe de Cristo 6, con las cuales sembraban el desconcierto en la Iglesia 7. Santiago aconseja aquí a sus lectores que no se complazcan en los títulos 8. El maestro
sera juzgado mas severamente, pues tendrá que responder de la enseñanza dada, y además pesará sobre él la obligación de cumplir mejor su deber, por conocerlo con mayor perfección que los demás. Los doctores judíos parece que se preocupaban más de enseñar la virtud que de practicarla 9.
Por otra parte, hay que tener en cuenta, observa el autor sagrado, que todos
ofendemos en mucho (v.2a). Santiago expresa aquí un principio universalmente admitido, y que la Sagrada Escritura recuerda con frecuencia: nadie puede decir que no tiene pecado 10. El libro de los Proverbios (24:16) afirma que el justo cae siete veces al día. Y San Juan en su primera epístola (1:8) hace esta advertencia: Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nosotros. No hay nadie que no tenga que decir muchas veces el
Padre nuestro pidiendo perdón de nuestras deudas n. El concilio Tridentino ha definido que es imposible evitar el pecado venial por toda la vida sin un privilegio especial de Dios 12.
Peligros y excelencia de la lengua, 3:2-12.
2
Si alguno no peca de palabra, es varón perfecto, capaz de gobernar con el freno todo su cuerpo. 3
A los caballos les ponemos freno en la boca para que nos obedezcan, y así gobernarnos todo su cuerpo. 4
Ved también las naves, que, con ser tan grandes y ser empujadas por vientos impetuosos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. 5
Así también la lengua, con ser un miembro pequeño, se atreve a grandes cosas. Ved que un poco de fuego basta para quemar todo un gran bosque. 6
También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. Colocada entre nuestros miembros, la lengua contamina todo el cuerpo, e, inflamada por el infierno, inflama a su vez toda nuestra vida. 7
Todo género de fieras, de aves, de reptiles y animales marinos es domable y ha sido domado por el hombre; 8
pero a la lengua nadie es capaz de domarla, es un azote irrefrenable y está llena de mortífero veneno. 9
Con ella bendecimos al Señor y Padre nuestro, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a imagen de Dios. 10
De la misma boca proceden la bendición y la maldición. Y esto, hermanos míos, no debe ser así. 11
¿Acaso la fuente echa por el mismo caño agua dulce y amarga? 12
¿Puede acaso, hermanos míos, la higuera producir aceitunas, o higos la vid? Y tampoco un manantial puede dar agua salada y agua dulce. Entre todos los pecados, los cometidos con la lengua son los más frecuentes y los más difíciles de evitar. Por eso los cristianos no han de ser fáciles en constituirse en maestros, pues el que enseña está expuesto más que ningún otro a pecar con la palabra.
El que no peca de palabra, es varón perfecto (v.2b), porque el dominio de la lengua es un signo de fuerza moral y de santidad que dispone al hombre para afrontar victoriosamente todas las tentaciones. Dominar la lengua es una de las cosas más difíciles. Por eso el que logre dominarla podrá dominar también todos los movimientos desordenados, pues el que hace lo más difícil podrá hacer también lo más fácil. Del mismo modo que la transgresión de un solo mandamiento hacía pecar contra toda la Ley 13, así también el dominio de la lengua permitirá el dominio de todo el cuerpo. El
cuerpo es considerado aquí como el conjunto de los miembros de los que el hombre se sirve para obrar bien o mal. Las benéficas consecuencias del freno de la lengua se manifestarán en toda la conducta de la persona.
Santiago sigue en esto a la tradición sapiencial judía, que estigmatiza tan frecuentemente los pecados de la lengua 14.
La sentencia expresada en el v.2b es confirmada con dos ejemplos (v.3-5a): Lo mismo que el jinete guía, mediante el freno, el caballo y lo conduce a donde quiere, aunque sea más fuerte que él; y las grandes naves son guiadas por un pequeño timón no obstante la fuerza del viento, así también por medio del dominio de la lengua, que es un pequeño miembro del cuerpo, el hombre modera y gobierna todo su cuerpo. El autor sagrado da realce a la desproporción entre la pequeñez del miembro, que es la lengua, y la influencia enorme que ejerce en la vida del hombre. Este gran poder de la lengua a causa de la naturaleza viciada de la humanidad inclina al hombre con mayor frecuencia al mal que al bien. La lengua puede corromperlo y destruirlo todo.
El poder nocivo y destructivo de la lengua es semejante al del fuego (v.5b-6). Una débil chispa,
un poco de fuego 15, puede causar grandes incendios y destruir todo un bosque. También la literatura sapiencial compara la lengua a carbones ardientes, y las palabras a saetas inflamadas 16. La lengua es, como la chispa, insignificante e inofensiva en apariencia, pero puede causar grandes daños. Por medio de ella pueden encenderse, fomentarse y satisfacerse las más bajas pasiones. De este modo la lengua puede contaminarnos y destruir
toda nuestra vida con su fuego devastador, porque la fuente del poder nocivo de la lengua es el
infierno 17, el mismo demonio. La lengua es todo
un mundo de iniquidad, ya que es el instrumento y la ocasión de toda clase de mal. La mayor parte de los crímenes son preparados, ejecutados y defendidos con la lengua, como afirma San Beda
™. La lengua la tenemos entre nuestros miembros como un pequeño mundo de iniquidad, como una fuerza moral corruptora, como un productor de veneno, que puede
contaminar todo nuestro cuerpo 19. Pero no sólo es veneno, sino también fuego que es atizado en el infierno y puede inflamar
el ciclo de la vida humana. La expresión ôïí ôñï÷üí ôçò ãåíÝóåùò: rotam nativitatis (Vulgata), tiene cierta dificultad, ya que ôñï÷üò puede tomarse en el sentido de
rueda o de
carrera, curso (de la vida). Las versiones antiguas y los antiguos comentaristas se inclinan por el significado de
rueda. Pero rueda significaría aquí no
el mundo, que tanto entre los griegos como en la literatura rabínica es comparado a una rueda en perpetuo movimiento, sino la sucesión de las diversas etapas de la vida humana, el desarrollo de un destino, de una vida en sus etapas sucesivas 20. La literatura órfica y pitagórica habla también de la rueda o del ciclo de la vida21.
Santiago enseña que la lengua tiene el terrible poder de incendiar, de comprometer moralmente toda la existencia humana.
Además, la lengua, con tanto poder maléfico, es sumamente difícil de domar. El hombre ha encontrado el medio de domar toda clase de bestias (v.7) 22,
pero a la lengua nadie es capaz de domarla (v.8). La lengua
es un azote irrefrenable, un mal sin reposo 23, un adversario siempre agitado, que es sumamente difícil de domar. Bajo el estímulo de las pasiones se agita continuamente, diciendo despropósitos. Está llena de veneno mortífero, que infecta y mata 24. La literatura cristiana aplicará muy pronto esta imagen a los doctores heréticos, que mezclan con el buen vino su veneno mortífero 25.
Si el hombre, que es poderoso para someter a su imperio todos los seres de la creación, no puede domar la lengua, esto se explica por el hecho de que la lengua no es sólo un miembro humano, sino también el instrumento y la sede infernal de la malicia (cf. v.6).
La lengua es tan inestable e irrefrenable, que con frecuencia comete monstruosas contradicciones. Con ella los hombres
bendicen al Señor, a nuestro Padre celestial, en las funciones litúrgicas y en las oraciones privadas. Pero al momento la emplean también para
maldecir a los hombres, que han sido
hechos a imagen de Dios (v.8).
Esta manera de obrar es tanto más grave cuanto que maldecir al hombre hecho a imagen de Dios 26 es maldecir la imagen del mismo Dios, maldecir algo de Dios mismo. Y, por lo tanto, se viene a contradecir las alabanzas que se le habían tributado. La afirmación del autor sagrado tiene sentido general. Sin embargo, tal vez deje entrever que los judíos convertidos al cristianismo se resentían de su origen y eran muy inclinados a maldecir al prójimo 27.
El doble uso de la lengua no es moral. Servirse de la misma lengua para bendecir y maldecir es una monstruosidad que no tiene término de comparación en la naturaleza, como lo demuestran tres ejemplos aducidos por el autor sagrado (v. 11-12). Una fuente no echa por el mismo caño agua dulce y amarga; ni la higuera puede producir
aceitunas (Vulgata:
uvas), ni la vid higos; ni tampoco un manantial dar a la vez agua salada y dulce. Estas imágenes, tomadas de la vida campestre de Palestina 28, manifiestan un claro contraste entre la armonía de la naturaleza y el desorden existente en el uso de la lengua. La aplicación es evidente: es necesario hacer desaparecer ese desorden, esa monstruosidad de la lengua, haciendo buen uso de ella.
La fuerza de la comparación de la primera imagen no se pone en la salida
simultanea de agua dulce y amarga, como piensa algún autor (Meinertz), sino en el hecho que del
mismo caño, aunque en diverso tiempo, salga agua dulce y amarga. De igual modo, la deformidad de la lengua no está en que a la vez profiera palabras contrarias, lo que sería imposible, sino en que la misma lengua, en tiempos diversos, pronuncie cosas contradictorias 29.
Los v.9-11 son aducidos por el
Catecismo Romano (3:9:20) para estigmatizar los daños producidos por la mentira.
Verdadera y falsa sabiduría, 3:13-18.
En la segunda parte del capítulo 3, el autor sagrado expone las cualidades que debe tener la sabiduría del maestro. Es difícil cumplir la misión de maestro, a causa de la facilidad con que la lengua desbarra. Sin embargo, este mal connatural puede ser superado por una conveniente preparación del alma por medio de la verdadera sabiduría. Esta es la razón de que el autor sagrado pase del abuso de la lengua a hablar de los peligros de la falsa sabiduría.
13
¿Quién de entre vosotros es sabio e inteligente? Pues muestre con sus obras y conducta su mansedumbre y su sabiduría. 14
Pero, si tenéis en vuestros pechos un corazón lleno de amarga envidia y rencilloso, no os gloriéis ni mintáis contra la verdad; 15
que no será sabiduría de arriba la vuestra, sino sabiduría terrena, animal, demoníaca. 16
Porque donde hay envidias y rencillas, allí hay desenfreno y todo género de males. Del mismo modo que los árboles manifiestan su naturaleza por medio de sus frutos (v.1z), así también la verdadera sabiduría es conocida por la conducta de los individuos. El verdadero maestro no es el que se contenta con conocer las verdades divinas, sino el que sabe dominar sus pasiones, observa una conducta irreprensible y está lleno de aquella
mansedumbre (v.13) que es propia de la verdadera sabiduría 30.
Si, pues, la mansedumbre es propia de la verdadera sabiduría, es evidente que no serán sabios ni poseerán la auténtica sabiduría los que tienen
un corazón lleno de amarga envidia y rencilloso (v.14). La falsa sabiduría procede del orgullo y no de la gracia divina 31. No es
de arriba, sino totalmente
terrena por su origen,
animal y
demoniaca (v.15), porque es opuesta al don supremo del Espíritu Santo y proviene del padre de la mentira 32. La oposición entre animal y espiritual es también frecuente en San Pablo 33.
Donde hay envidias y rencillas, allí habrá
desenfreno (Vulgata: inconstante) 34;
todo género de males (v.16), como lo demuestra la experiencia. El desorden moral se opone al orden establecido por el Dios de la paz 34. La verdadera sabiduría, fundada en la caridad, une a los cristianos; en cambio, la sabiduría diabólica, movida por la envidia y el desorden, será causa de toda clase de males. Por eso decía San Pablo a los fieles de Corinto: Si, pues, hay entre vosotros envidias y discordias, ¿no prueba eso que sois carnales y vivís a lo humano? 35; es decir, muestran que carecen de la verdadera sabiduría y se rigen por la que es terrena, animal y diabólica.
Por el modo de hablar se ve que Santiago se refiere a la sabiduría práctica, que ordena toda la vida según las normas de la rectitud y de la justicia. De esta sabiduría se habla con frecuencia en los libros Sapienciales.
Cualidades de la sabiduría que viene de Dios, 3:17-18.
17
Mas la sabiduría de arriba es primeramente pura, luego pacífica, modesta, indulgente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía, 18
y el fruto de la justicia se siembra en la paz para aquellos que obran la paz. La verdadera sabiduría se opone, por su origen, sus atributos y sus frutos, a la falsa sabiduría. El texto griego nos habla de siete cualidades de la verdadera sabiduría; la Vulgata, en cambio, tiene ocho. La sabiduría
de arriba, es decir, la que procede de Dios, es ante todo
pura (v.17), libre de todo movimiento pasional y de todo principio de error y de pecado. No puede entrar en el alma malévola ni en el cuerpo que es siervo del pecado, porque es una emanación del mismo Dios 36. Es
pacífica, porque aporta la paz y conduce a ella 37. En esto se diferencia de la falsa sabiduría, que se deleita en los litigios y en las rivalidades. Es
indulgente 38 para con los inferiores,
dócil a las razones de los demás, y, por lo tanto, no soberbia ni caprichosa 39. La verdadera sabiduría está
llena de misericordia para con los pobres y afligidos, y de
buenos frutos, es decir, de obras de caridad40. Es
imparcial, o sea que no hace distinción ni tiene acepción de personas41, y
sin hipocresía, porque obra con sinceridad, no para complacer a los hombres, sino a Dios 42.
La sabiduría de que nos habla Santiago es, pues, eminentemente práctica, puesto que conduce a la observancia de las virtudes cristianas. Este cuadro que nos presenta el autor sagrado de la sabiduría recuerda el elogio de la caridad hecho por San Pablo en
1Co_13:15s.
Para terminar esta instrucción, Santiago invita a la práctica de la verdadera sabiduría, la cual produce
la justicia en la paz (v.18). En cambio, la envidia y las rencillas son fuente de toda clase de males, con los cuales es violada la justicia. Por eso únicamente las almas pacíficas podrán poseer la verdadera sabiduría43, pues la sabiduría siembra los frutos de la justicia en beneficio de los pacíficos, es decir, de aquellos que buscan la paz.
1 Sant 5:1. 2 Sant 3:2-12. 3
Stg_3:13-18. 4 Eclo 38:24-39:11;
Sab_8:10ss. 5 Gf.
1Co_12:28;
Efe_4:11. 6
Gal_2:12;
Rom_2:17-24;
1Ti_1:3-7;
Tit_1:10-14. 7
Hec_15:24. 8 Cf. Mt 23.8. 9 Cf.Mt 23:3;Rom 2. 10
Rev_8:46;
Pro_20:9;
Sal_19:13;
Job_4:17-19;
Eco_19:16;
Ecl_7:20;
Rom_3:9-18;
1Co_4:4. 11 Mt 6:12;
Lev_11:4. 12 Ses.6c.23: D 833. El verbo griego ðôáßåéí (Vulgata:
offendere) significa resbalar, tropezar, caer, o sea, pecar. 13 Sant 2:10. 14
Pro_10:11-32;
Pro_13:3;
Pro_13:15, iss;
Pro_18:21;
Pro_21:23;
Sal_32:9;
Sal_39:2;
Sal_141:3; Eclo 5:11-6:1; 14:1; 19:6-9; 28:13-26; cf.
Mat_12:3633. 15 El griego tiene Þëßêïí ðõñ = quantus ignis (Vulgata). Sin embargo, hay bastantes códices que tienen ïëßãïí = parvus, y, según San Beda, muchos códices latinos leían: ecce
modicus ignis. Con todo, los críticos prefieren Þëßêïí, que, si bien designa ordinariamente grandeza, no obstante se emplea también en los autores profanos con el sentido de Pequeño,
exiguo. Cf. J. Chaine, o.c. p.81-82. 16
Pro_16:27;
Pro_26:18;
Sal_120:3-4;
Eco_28:22ss. 17 La
Gehenna (hebr. =
Ge-Hinnom)
fue primitivamente un valle situado en la parte,ur de Jerusalén (
Jos_18:16;
Neh_11:30). Bajo la monarquía israelita se hicieron en él sacri-ncios humanos (
2Re_21:6;
2Re_23:10;
Jer_7:31;
Jer_32:35), por lo cual se convirtió en un lugar maldito åç donde se arrojaban los desperdicios e inmundicias de la ciudad, prendiéndoles fuego. £Expositio super Divi lacobi Epistolam: PL 93:27. 19 Cf.
Mat_15:11.19. 20 A. Charue, o.c. p.416. Robertson, en The Expos. Tim 39 (1927-1928) 333, propone cambiar la letra X de ôñï÷üí en tt, y lee: ôïí ôñüðïí ôÞâ ãåíÝóåùò, que daría un sentido aceptable: la lengua inflama la disposición natural del hombre. 21 J. Ghaine, o.c. p.8a. 22 Las especies de animales son distribuidas en cuatro grupos según la clasificación que era ya tradicional entre los judíos, y que se encuentra en
Gen_9:2 y en
Deu_4:17-18. El imperio del hombre sobre la creación alude también a un texto bíblico (
Gen_1:26; cf. 9:2;
Sal_8:6-8;
Eco_17:4). La Vulgata omite ios
peces, poniendo en su lugar
et ceterorum, que probablemente es una corrupción de
cetorum o
cetum, genitivos plur. de
cetus o de
cete = cetáceo. 23 Von Soden adopta la lección ÜêïôôÜó÷åôïí êáêüí = mal incontenible, incontrolable, de KGL y Pesitta; sin embargo, los mejores códices BSAP y las versiones Copta y Vulgata leen: ÜêáôÜóôáôïí êáêüí = mal sin reposo. 24 Gf. v.6;
Sal_58:55;
Sal_140:4. 25 san ignacio de antioquía,
Trall. 6:2. 26 Cf.
Gen_1:26. 27 Gf.
Mat_5:44;
Luc_6:28;
Rom_12:14;
1Co_4:12;
1Pe_3:9;
1Jn_4:20. 28 Cf.
Mat_7:16s;
1Jn_20:1;
1Jn_21:28;
1Jn_24:32;
Lev_13:6;
Jua_15:1. 29 Teófilo García De Orbiso, o.c. ñ.151; A. Charue,
La Maitríse de la langue dans VEpítre de Saint Jacques: Goliat. Namurcenses (1935) 393-407. 30 Gf.
2Ti_2:2455;
1Pe_2:12;
1Pe_5:3. 31 Sant 1:5. 32 Cf.
Stg_3:6. 33 Cf.
1Co_2:145;
1Co_3:3. 34
1Co_14:33. 35 1
Cor 3:3- 36
Sab_1:4;
Sab_7:255. 37
Pro_3:17;
Rom_8:6. 38 La Vulgata y Nácar-Colunga traducen: modesta.
Sin embargo, el término griego ÝôðåéêÞâ suele emplearse más bien en el sentido de bondad, indulgencia, cuando se trata de la actitud de un superior hacia su inferior (cf.
Sal_86:5;
1Pe_2:18). Por otra parte, la palabra åýðåé3Þò( = Vgta.: suadibilis; Nác.-Col.: indulgente), que sigue, se refiere a las relaciones de los inferiores con sus superiores, y se traduciría mejor por
dócil, flexible. 39 La Vulgata añade una especie de glosa:
bonis consentiens, que no se encuentra en el texto y falta en los mejores códices de la Vulgata. Tal vez sea una doble versión del griego åýðåéâÞâ, traducido antes por suadibilis. 40 Cf.
Stg_1:27. 41 El non
indicans de la Vulgata puede entenderse en el sentido de el que evita juicios temerarios. El término ÜäéÜêñéôïâ = imparcial puede tener sentido pasivo: no dividido, no dudoso, como generalmente sucede en el libro de los Prov, según la versión de los LXX. Ë-quí, sin embargo, se adapta mejor al contexto el sentido activo: sin parcialidad, que no nace diferencia. 42
Cf.
Sab_7:22-27. 43 .p Cf.
Mat_5:9; R. M. Díaz Carbonell, Nota
a lac 3:18: Sesiones de Estudio del Congreso ucarístico (Barcelona 1952) 508ss.